Matonismo
laboral III
ó, de cómo algunas personas nunca deberían llegar a ser jefes.
Franco Benavides
Ya no ocultaremos más que las groserías laborales que hemos venido
describiendo en las columnas anteriores y que hemos titulado “matonismo laboral”,
se están dando dentro de nuestro sacrosanto Ministerio de Trabajo. Las cosas están llegando a un punto
insoportable para los sufridos “colaboradores” de la susodicha jefatura.
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Uno podría pensar que en la emoción de verse
nombrada en un puesto de poder –aunque no haya sido por méritos propios, sino
por su pura cercanía a la Autoridad-, esa persona se entusiasmara con su
pequeña cuota de mando y que, así borracha, con ese elixir que nubla el
entendimiento de casi todos los seres humanos, cometiera unos cuantos abusos en
su novel ejercicio del poder.
·
Pero si esa persona tiene antecedentes, es decir, si es algo así como
una hostigadora laboral consuetudinaria,
entonces ya no se puede explicar sus exabruptos por la inexperiencia o por la embriaguez
repentina de poder. Es que, siguiendo el
símil, esa persona es una tomadora compulsiva y se embriaga de continuó con
solo olfatear su copita de poder.
·
Vamos a describir cuatro hechos
protagonizados por la novel jefatura.
Pero debemos aclarar que esos son apenas los más sobresalientes de una
infinidad de otros que van desde dispensar el saludo mañanero a la discreción
de su humor cambiante, hasta los que se verán a continuación.
·
Primer Exabrupto: Irrumpe en la Oficina del desprevenido y
asustadizo Secretario General de la Afumitra para “reclamarle” por el reclamo
de ese Sindicato relativo a los nombramientos a dedo y dejando de lado la
Carrera Administrativa. Amenaza con
demostrar que a pesar de que se le trata como si fuera una persona “tonta”
(nunca se dijo cosa semejante), es “bien capaz” (ya estamos viendo de qué).
·
Segundo Exabrupto: Reúne a sus subalternos y de
repente y, sin que venga al caso, los
increpa sobre un supuesto rumor que corre sobre las llegadas tardías de la jefatura
(ese ya fue comentado en anterior columna, de manera que no abundamos más en este
hecho).
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Tercer Exabrupto, con tintes
de legalidad: Ordena abrir una
procedimiento administrativo disciplinario –con todo y órgano director- por una
supuesta falta que no ameritaba más que una simple llamada de atención. La Afumtira que intervino en defensa de la
persona que se pretendía sancionar, pensó desde el mismo inicio que eso era una
verdadera pérdida de tiempo y un desatino de la jefatura porque, en lugar de
entender las razones del “conflicto” laboral, trató, como lo manda su
naturaleza autoritaria, de lucir una vez más su poder. De lo que se trataba, en el fondo, es de que
en la oficina dónde sucedieron esos hechos se utiliza a algunos inspectores
cómo choferes y por supuesto, esto acarrea inconvenientes tanto para ellos –pues
no tienen porque “choferear” para otros inspectores-, como para los otros
inspectores que requieren de los servicios de un chofer que no atrase las “giras”
porque debe atender las consultas de los
usuarios. Que un inspector se saliera de
sus casillas cansado de esperar a otro para que “le hiciera el favor de
choferearle”, induce a pensar de inmediato –claro, para el que busca la
solución administrativa de la causa del problema y no busca hacer alarde de su
autoridad-, induce a pensar, decimos, en que se están generando roces entre el
personal por la falta de personal de apoyo (choferes)1.
·
Cuarto exabrupto (por mucho,
el más escandaloso): Haciendo una de esas visitas
para advertirles a los patronos que deben pagar el aguinaldo (cuestión esta que
desvía totalmente de sus labor sustantivas a los inspectores y que bien puede
suplicarse con una buena campaña publicitaria), el Ministro de Trabajo, la
jefatura y un grupo de inspectores se
encontraron con que los establecimientos en que entraban para hacer la tan
importante “advertencia”, ya habían sido visitados por algún inspector. La jefatura, en lugar de simplemente
re-localizar las visitas en otro lugar no inspeccionado, decidió hacer otro
desplante de su recién estrenado poder: ordenó
al chofer que fuera de inmediato a la oficina a traer al inspector que había cometido
el delito de visitar el área destinada a la visita ritual del Ministro de
Trabajo. El inspector fue desprendido
abruptamente de su labor y llevado ante el pelotón de fusilamiento (porque ya
en ese momento la cosa se había transformado en una especie de Corte Marcial).
·
Continúa el exabrupto cuarto: El criminal llegó (nos referimos al inspector
que osó visitar los establecimientos “apartados” para el Ministro) y ahí mismo,
en media calle, delante de sus propios compañeros y del público transeúnte, fue
amonestado por incumplir una orden expresa con la evidente intención de dejar
en mal al señor Ministro. Esta nueva
modalidad de sanción, la podríamos denominar “express”, porque implica
arrebatar al subalterno de cualquier lugar dónde se encuentre, para llevarlo ipso facto ante su “superior” y, sin que
medie ningún burocrático debido proceso ni nada de esas tonteras ya pasadas de
moda, exponerlo a una especie de linchamiento, ante sus iguales y el mismísimo Ministro,
sin dejar por fuera a uno que otro curioso que, admirado, aprendía cómo se le
hacen los llamados de atención a los funcionarios del Ministerio de Trabajo,
así, con toda discreción y respeto a la dignidad de la persona, en media calle
y a voz en cuello2.
·
Esto es lo más destacado en el corto tiempo que lleva esa persona a
cargo de una jefatura de la Inspección de Trabajo. Sí, de la INSPECCION DE TRABAJO, de la misma
que debe tutelar el cumplimiento de los derechos laborales, incluyendo el del
respeto a la persona del trabajador.
·
Se podría decir que no es para tanto.
Pero para nosotros es mucho más que suficiente como para opinar que esa
persona sencillamente no debería ocupar un puesto de jefatura. Y nos atrevemos a apostar que en poco tiempo
el personal a su cargo se hartará de sus bravuconadas y entonces estaremos
redactando unas cuantas denuncias por maltrato y, sí cabe –que a cómo va, va a
caber-, una denuncia por hostigamiento laboral.
·
¡Qué Dios y la Virgencita de los Angeles la iluminen para que se redima
de sus pecados laborales! Todos podemos
cambiar, solo hace falta reconocer nuestros pecados y arrepentirnos
sinceramente. Amén.
Heredia, 16 de diciembre del 2013.
(2) ADVERTENCIA: Esta nota no debe ser leída por personas sensibles a las palabras soeces: Testigos presenciales nos contaron lo siguiente: Primero: Cuando la jefatura salió del establecimiento comercial que había sido inspeccionado anteriormente, frustrando la visita protocolaria del Ministro, empezó a vociferar "e se hijueputa me las va a pagar" (refiriéndose al inspector y por más que le advirtieron que ahí estaban periodistas, continuo con "ese hijueputa me las va a pagar". Y agregaba: "Yo no soy como otros jefes, ese hijueputa va a ver qué clase de jefe soy". Segundo: cuando fue presentado ante su enaltecida y fina autoridad y, antes de dirigir su enfurecida atención hacia el inspector que -haciendo su labor- le había aguado la visita al Ministro, la dirigió, su furia queremos decir, hacia una inspectora que, sin tener vela en el entierro, venía en el vehículo acompañando al que si tenía vela: "Y usted que está haciendo aquí. Se me va de inmediato para allá". Tercero: Luego de dejar al inspector como un palo en gallinero, y sin dejar de vociferar, mandó a todo el mundo, de la manera más grosera que pudo encontrar, a que hicieran su trabajo. "Se me van todos para el toldo" -ordenó su majestad a los súbditos de la inspección. Este "cuadro", lo repetimos, fue en medio media calle, en el pleno centro de Cartago.
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