lunes, 16 de diciembre de 2013

Matonismo laboral III
ó, de cómo algunas personas nunca deberían llegar a ser jefes.

Franco Benavides

Ya no ocultaremos más que las groserías laborales que hemos venido describiendo en las columnas anteriores y que hemos titulado “matonismo laboral”, se están dando dentro de nuestro sacrosanto Ministerio de Trabajo.  Las cosas están llegando a un punto insoportable para los sufridos “colaboradores” de la susodicha jefatura.
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Uno podría pensar que en la emoción de verse nombrada en un puesto de poder –aunque no haya sido por méritos propios, sino por su pura cercanía a la Autoridad-, esa persona se entusiasmara con su pequeña cuota de mando y que, así borracha, con ese elixir que nubla el entendimiento de casi todos los seres humanos, cometiera unos cuantos abusos en su novel ejercicio del poder.
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Pero si esa persona tiene antecedentes, es decir, si es algo así como una hostigadora laboral consuetudinaria, entonces ya no se puede explicar sus exabruptos por la inexperiencia o por la embriaguez repentina de poder.  Es que, siguiendo el símil, esa persona es una tomadora compulsiva y se embriaga de continuó con solo olfatear su copita de poder.
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 Vamos a describir cuatro hechos protagonizados por la novel jefatura.  Pero debemos aclarar que esos son apenas los más sobresalientes de una infinidad de otros que van desde dispensar el saludo mañanero a la discreción de su humor cambiante, hasta los que se verán a continuación.
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 Primer Exabrupto:   Irrumpe en la Oficina del desprevenido y asustadizo Secretario General de la Afumitra para “reclamarle” por el reclamo de ese Sindicato relativo a los nombramientos a dedo y dejando de lado la Carrera Administrativa.  Amenaza con demostrar que a pesar de que se le trata como si fuera una persona “tonta” (nunca se dijo cosa semejante), es “bien capaz” (ya estamos viendo de qué).    
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Segundo Exabrupto: Reúne a sus subalternos y de repente y, sin que venga al caso,  los increpa sobre un supuesto rumor que corre sobre las llegadas tardías de la jefatura (ese ya fue comentado en anterior columna, de manera que no abundamos más en este hecho).
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Tercer Exabrupto, con tintes de legalidad:  Ordena abrir una procedimiento administrativo disciplinario –con todo y órgano director- por una supuesta falta que no ameritaba más que una simple llamada de atención.  La Afumtira que intervino en defensa de la persona que se pretendía sancionar, pensó desde el mismo inicio que eso era una verdadera pérdida de tiempo y un desatino de la jefatura porque, en lugar de entender las razones del “conflicto” laboral, trató, como lo manda su naturaleza autoritaria, de lucir una vez más su poder.  De lo que se trataba, en el fondo, es de que en la oficina dónde sucedieron esos hechos se utiliza a algunos inspectores cómo choferes y por supuesto, esto acarrea inconvenientes tanto para ellos –pues no tienen porque “choferear” para otros inspectores-, como para los otros inspectores que requieren de los servicios de un chofer que no atrase las “giras” porque debe atender  las consultas de los usuarios.  Que un inspector se saliera de sus casillas cansado de esperar a otro para que “le hiciera el favor de choferearle”, induce a pensar de inmediato –claro, para el que busca la solución administrativa de la causa del problema y no busca hacer alarde de su autoridad-, induce a pensar, decimos, en que se están generando roces entre el personal por la falta de personal de apoyo (choferes)1.
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Cuarto exabrupto (por mucho, el más escandaloso):  Haciendo una de esas visitas para advertirles a los patronos que deben pagar el aguinaldo (cuestión esta que desvía totalmente de sus labor sustantivas a los inspectores y que bien puede suplicarse con una buena campaña publicitaria), el Ministro de Trabajo, la jefatura  y un grupo de inspectores se encontraron con que los establecimientos en que entraban para hacer la tan importante “advertencia”, ya habían sido visitados por algún inspector.  La jefatura, en lugar de simplemente re-localizar las visitas en otro lugar no inspeccionado, decidió hacer otro desplante de su recién estrenado poder:  ordenó al chofer que fuera de inmediato a la oficina a traer al inspector que había cometido el delito de visitar el área destinada a la visita ritual del Ministro de Trabajo.  El inspector fue desprendido abruptamente de su labor y llevado ante el pelotón de fusilamiento (porque ya en ese momento la cosa se había transformado en una especie de Corte Marcial).
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Continúa el exabrupto cuarto:  El criminal llegó (nos referimos al inspector que osó visitar los establecimientos “apartados” para el Ministro) y ahí mismo, en media calle, delante de sus propios compañeros y del público transeúnte, fue amonestado por incumplir una orden expresa con la evidente intención de dejar en mal al señor Ministro.  Esta nueva modalidad de sanción, la podríamos denominar “express”, porque implica arrebatar al subalterno de cualquier lugar dónde se encuentre, para llevarlo ipso facto ante su “superior” y, sin que medie ningún burocrático debido proceso ni nada de esas tonteras ya pasadas de moda, exponerlo a una especie de linchamiento, ante sus iguales y el mismísimo Ministro, sin dejar por fuera a uno que otro curioso que, admirado, aprendía cómo se le hacen los llamados de atención a los funcionarios del Ministerio de Trabajo, así, con toda discreción y respeto a la dignidad de la persona, en media calle y a voz en cuello2.
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Esto es lo más destacado en el corto tiempo que lleva esa persona a cargo de una jefatura de la Inspección de Trabajo.  Sí, de la INSPECCION DE TRABAJO, de la misma que debe tutelar el cumplimiento de los derechos laborales, incluyendo el del respeto a la persona del trabajador.
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Se podría decir que no es para tanto.  Pero para nosotros es mucho más que suficiente como para opinar que esa persona sencillamente no debería ocupar un puesto de jefatura.  Y nos atrevemos a apostar que en poco tiempo el personal a su cargo se hartará de sus bravuconadas y entonces estaremos redactando unas cuantas denuncias por maltrato y, sí cabe –que a cómo va, va a caber-, una denuncia por hostigamiento laboral.
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¡Qué Dios y la Virgencita de los Angeles la iluminen para que se redima de sus pecados laborales!  Todos podemos cambiar, solo hace falta reconocer nuestros pecados y arrepentirnos sinceramente. Amén.
Heredia, 16 de diciembre del 2013.

(1) De paso:  el procedimiento disciplinario se cayó porque estaba plagado de errores.  La Resolución inicial fue declarada, a petición de la Afumitra, como “absolutamente nula” y sencillamente la supuesta falta prescribió.  Pero el problema que generó los roces   (el uso de inspectores como choferes) persiste; y al parecer en eso si que no utiliza su grandísimo poder la jefatura aquí criticada. 
(2) ADVERTENCIA: Esta nota no debe ser leída por personas sensibles a las palabras soeces:  Testigos presenciales nos contaron lo siguiente:  Primero: Cuando la jefatura salió del establecimiento comercial que había sido inspeccionado anteriormente, frustrando la visita protocolaria del Ministro, empezó a vociferar "e se hijueputa me las va a pagar" (refiriéndose al inspector y por más que le advirtieron que ahí estaban periodistas, continuo con "ese hijueputa me las va a pagar". Y agregaba: "Yo no soy como otros jefes, ese hijueputa va a ver qué clase de jefe soy".  Segundo:  cuando fue presentado ante su enaltecida y fina autoridad y, antes de dirigir su enfurecida atención hacia el inspector que -haciendo su labor- le había aguado la visita al Ministro, la dirigió, su furia queremos decir, hacia una inspectora que, sin tener vela en el entierro, venía en el vehículo acompañando al que si tenía vela:  "Y usted que está haciendo aquí.  Se me va de inmediato para allá". Tercero:  Luego de dejar al inspector como un palo en gallinero, y sin dejar de vociferar, mandó a todo el mundo, de la manera más grosera que pudo encontrar, a que hicieran su trabajo.  "Se me van todos para el toldo" -ordenó su majestad a los súbditos de la inspección. Este "cuadro", lo repetimos, fue en medio media calle, en el pleno centro de Cartago.   

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