Patrimonio sexual
de la humanidad
ó, de cómo la
belleza física es un bien común

Una de estas
noches, como no tenía nada productivo que hacer, me senté frente a esa caja de
luz que nos atrae como una lámpara a los abejones (eso lo dijo alguien que no
recuerdo) y con control remoto en mano, brinqué de aquí para allá. Me cansé de
buscar algo bueno y no tuve más remedio que ver las noticias de las siete.
Luego de retratar abundantemente el último accidente de tránsito fatal, pasaron
a una nota sobre un grandulón que al parecer es el galán de moda. A pesar de
que debe estar cerca de los treinta, lo que hace es competir en jueguitos de
niños, mostrando sus desarrollados músculos.
Las mujeres
a las que entrevistaron coincidieron en que el tipo ese es muy lindo, sobre
todo de la cintura para arriba. Los hombres también reconocieron la belleza
física del mamulón, aunque no con tanto entusiasmo. Eso me asombró un poco
porque los hombres casi nunca admitimos que otro del mismo sexo es atractivo.
Entonces miré al espécimen en mención y tuve que reconocer, en mi fuero interior
–por supuesto-, que era guapo (no sin sentir cierta masculina angustia)1.
Fue entonces
cuando recordé al economista ése que quería convencernos de que no importaba la
distribución de la riqueza para que una nación fuera rica o pobre. De repente
apliqué la misma lógica para la belleza física. El que un maje concentre tal
cantidad de belleza nos embellece a todos sus compatriotas.
De pronto
hasta me sentí lindo y orgulloso de que el mamulón ése nos representara a todos
los machos costarricenses. Deberíamos solicitarle a la UNESCO que declare a
nuestro galán patrimonio sexual de la humanidad2.
Heredia,
25 de julio del 2012.
(1)
Dice Freud (aunque no he querido constatarlo) que todo ser
humano tiene una conformación bisexual al integrar los modelos masculino y
femenino en su personalidad, por ende, no es nada raro que podamos ver “linda”
a una persona del mismo sexo (en realidad el padre del psicoanálisis dice algo
más osado que no quiero repetir).
(2) Desde
su creación a la fecha, la UNESCO tan sólo ha declarado a tres personas
patrimonio sexual de la humanidad: En 1951 entregó el premio póstumo a la
emperatriz Cleopatra por el furor que causó entre los romanos; Raquel Welch
recibió el galardón en 1974 por provocar más sueños eróticos que cualquier otra
estrella de cine; y, en 1990, aunque por votación dividida, se le concedió el
premio a Julio Iglesias por el enorme esfuerzo de haber tenido sexo con más de 2.500 personas (según él, todas
del mismo sexo [ femenino]).
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