Reflexiones frente
a “los Toros”
ó de si realmente
existe o no el libre albedrío

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Nuestra corrida en cambio, sin dejar de tener algo de
tragedia (como ya veremos) es más una comedia, una obra bufa. La música de
cimarrona y los humoristas que más que narrar, hacen chistes bajo su pretexto,
encajan perfectamente con ella. Nuestra
corrida más que un desafió a la naturaleza, es una burla de la misma. Pero, y ahí está su esencia: en realidad la
naturaleza, por intermedio del toro, nos sirve como instrumento para burlarnos
de nosotros mismos en la
persona del prójimo improvisado de torero.
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Por supuesto, ninguna de las dos versiones, ni la española ni
la tica, es civilizada, si la civilización significara aquí desprecio a la
violencia gratuita; definición esta que, de todas maneras, parece contradecir la historia de las grandes
civilizaciones.
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Nosotros creemos que la corrida nuestra es más civilizada,
porque, pensamos, es más equitativa: aunque la bestia (nos referimos al toro)
es superada en número por los toreros, éstos son improvisados; es decir, no forman un equipo organizado frente al
animal, y eso, sumado a la fuerza descomunal del toro, pone a los contrincantes
casi en igualdad de condiciones: fuerza
versus cantidad.
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Por otra parte, en la nuestra no se mata al toro; tan solo se lo
aterroriza y maltrata durante un rato, luego del cual se le lleva de nuevo a su
verde potrero para que olvide, aunque rumeándolos, sus traumas. En la nuestra,corre más peligro el torero improvisado,
que a fin de cuentas es el que sabe lo que está haciendo y por qué.
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Y es
que creemos, para apaciguar los eventuales remordimientos que nos debería
provocar el goce de un espectáculo que muchas veces deja lesiones y hasta
muerte, que estás personas toreros
improvisados, saben perfectamente lo que hacen. Es decir, aplicamos para los toreros improvisados el principio del libre albedrío. El toro, es
otra cosa. Por él sufrimos lo indecible
porque es una criatura inocente, sin voluntad.
En cambio a “esos” nadie los manda a entrar a la plaza; ellos mismos se
llevan de la mano de su propia estupidez.
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La tesis del libre albedrío, sin duda, nos salva
de acusarnos a nosotros mismos de crueldad contra la humanidad y en cambio, sin
ser incoherentes, podemos juzgar a los que gustan de las corridas españolas
como salvajes y sádicos.
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Y no es para agüevarnos, pero la verdad es que
eso del libre albedrío no es como muy cierto.
Si la distribución natural o divina del paquete genético personal fuera equitativo – y que no lo es lo
demuestran las obvias diferencias de inteligencia entre uno y otro ser humano,
racionales o emocionales o de cualquier tipo que se quiera- bastarían las
desiguales condiciones sociales en que se desarrolla o sub-desarrolla cada
persona, para entender que eso de que cada una “labra su porvenir” es un tanto fantasioso. Con sólo imaginar
a niños nacidos en la miseria ya podemos adivinar que a los 30 o 40 años serán
padres (no muy felices) de otros niños igualmente miserables.
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Pero la
fantasía del libre albedrío no es un patrimonio nacional. Se ha extendido como creencia popular por
casi todo occidente desde hace siglos y ha sido objeto de reflexión. Un filósofo dice lo siguiente sobre este
mito: “Los hombres se imaginan ser libres porque son conscientes de sus
voliciones y deseos, mientras que ignoran las causas que los determinan a
querer y desear” (Espinoza; La Etica).
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Por
mi parte, no voy a ocultar que sentía cierto gozo al atisbar el eventual dolor
ajeno (la cornada posible); pero, hasta hoy, me consolaba el saber que en
realidad no era porque fuese malo: “Realmente, mi proceder no lo comprendo;
pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco” (Romanos 7:15).
9 de enero de 2012.
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POST DATA: Este año y los que siguen -si es que la muerte no decide antes cornear
a mi engreído libre albedrío-, ya no podré simplemente dejarme llevar por esa
parte cruel y estúpida que aún llevo en mí: el espectáculo que combina, en una vulgar obra bufa, el goce
de la crueldad contra un animal y contra los de nuestra misma especie, se me ha hecho intolerable. ¿Me he convertido en algo mejor? Seguro que
no. Más viejo, eso sí. Por eso respeto más a la vida. San Rafael de Heredia, 26 de diciembre de 2016