miércoles, 17 de noviembre de 2021

REPLICA AL COMENTARIO DE ERICK ARDÓN “DEL CACAREO” (*).

 EL HUEVO DEL DESCONTENTO LEGÍTIMO YA FUE PUESTO (EL 11 DE JULIO DE 2021)

En primer lugar, repudio cualquier acto de intervención extranjera contra Cuba y repudio, por tanto, el “bloqueo” que le ha impuesto el Gobierno yanqui.

Eso es una cosa.  Otra es justificar las graves limitaciones a los derechos civiles de los cubanos, incluyendo la prohibición de manifestaciones de protesta pacífica y la aplicación de mecanismos de disuasión que incluyen amenazas abiertas o solapadas de exclusión social y económica, bloqueo de las viviendas de los cabecillas y hasta detenciones selectivas, más o menos temporales.

Los que tenemos algún contacto con cubanos, sabemos que desde hace décadas (“período especial”) viene creciendo un descontento porque el Régimen no es capaz de garantizar las necesidades básicas de la población.  El descontento, efectivamente, no siempre apunta al “bloqueo” como la causa principal de la eterna crisis de desabastecimiento.  Con razón o no, sectores de cubanos, especialmente jóvenes artistas e intelectuales, le achacan un alto grado de responsabilidad a las propias políticas del Estado.

Don Sergio Ardón, se goza de que “las cacareadas protestas” del 15 de noviembre no se hayan dado. La normalidad revolucionaria reina como siempre en la Cuba de Martí, nadie protesta: “cientos de miles de niños, vacunados, reiniciaron las clases presenciales, se abrió el país a la afluencia del turismo, con cientos de vuelos semanales programados, la gente acudió a sus trabajos como siempre, ya con normalidad, y se abrió la Bienal de la Habana con centenares de libros presentados. En diversos lugares los estudiantes montaron fiestas con conga callejera incluida, y La Habana, pudo festejar sus 502 años en paz.” 

Buenas fuentes de información debe tener don Erick y no dudo que esa imagen que nos cuenta sea realidad (“Cuba, que linda es Cuba… y ahora que es libre la quiero más”).  Solo que es una parte de la realidad.  La de la mayoría dice Ardón, que es la que importa.  Pero otras fuentes, muestran otra cara, la de una minoría que quiso protestar y fue cercada por las fuerzas de seguridad del Estado.  ¿Minoría?  Decir mayoría o minoría en un régimen de partido único es disonante.

La gallina del descontento social no puso el tan cacareado huevo, dice el señor Ardón.  Se equivoca, la postura del descontento data del 11 de julio pasado. Lo del 15 de noviembre no es más que el cacareo.  El huevo se está empollando.

(*) Del Muro de Erick Ardón:

DEL CACAREO

Cuando la gallina cacarea es porque ha puesto su huevo.

No es de gallinas verdaderas el cacarear antes de cumplir con su función esencial.

El mundo todo estaba a la expectativa de la marcha de los opositores en Cuba.

Una intensa campaña mediática,-cacareo- anunciaba que miles y miles de cubanos se echarían a las calles a pedir "libertad".

Esto tendría que haber sucedido ayer 15 de noviembre.

En USA, los voceros del imperio, a coro, amenazaban con las más terribles sanciones, para los déspotas de la isla, que reprimieran a los marchantes.

Como el cacareo no llevó a postura de huevo alguno, y las marchas multitudinarias no ocurrieron, no habrá a quienes sancionar.

En Miami si hubo cientos que se echaron a la calle con más banderas de USA que cubanas, pidiendo invasión. Las redes también estuvieron muy activas en el ciber espacio.

Pero el cacareo no pasó a más.

En Cuba , cientos de miles de niños, vacunados, reiniciaron las clases presenciales, se abrió el país a la afluencia del turismo, con cientos de vuelos semanales programados, la gente acudió a sus trabajos como siempre ,ya con normalidad, y se abrió la Bienal de la Habana con centenares de libros presentados. En diversos lugares los estudiantes montaron fiestas con conga callejera incluida, y La Habana, pudo festejar sus 502 años en paz.  

No, el cacareo para que tenga sentido, y no termine en un ridículo más, las gallinas bien lo enseñan, tiene que darse después de poner el huevo.


sábado, 24 de abril de 2021

 En el vacunatorio de Garabito


No esperaba que me llamarán, ni tenía urgencia de que lo hicieran.  La verdad, no creo que la vacuna contra el COVID haga la gran diferencia en esta Pandemia.  Al final no se sabe ni por cuánto tiempo protege y se ha visto que, con toda y la vacunación completa, no hay garantía de inmunidad. 

 

Pero, bueno. Me llamaron para citarme ese mismo día en la tarde.  ¿Quiere venir a vacunarse?  Yay, sí.  Tenemos campo para la una, las dos o las tres.  Para la una está bien.  ¿Padece de alguna enfermedad? (¡No oye qué pregunté! -pensé-:  a estas edades lo que se debe preguntar es: ¿de qué enfermedades padece?).  Le confesé mis padecimientos, aunque me guardé uno que otro porque -creí yo-, no venían al caso. Le pregunté cuál era la vacuna.  La de la faicer.  Lo esperamos.  


He de decir que, si se trata de preferencias, prefiero la de la faicer y no la de Astrazeneca.  Aunque realmente preferiría la Spunik V.  ¿Porque me haya informado de sus bondades?  No, por simple nostalgia comunista.


Este hecho - el de mí vacunación- no podía pasar inadvertido.  De manera que, no más fui de compras al Mini-Super (¿han notado la contradicción entre estos dos términos?), se lo comenté a mi pulpera modernizada.  ¿Y usted se va a vacunar?  Sí.  Con enorme tacto comentó: yay don Franco… ¡y si se muere!  Si me muero no le vuelvo a hablar, le contesté bromeando, aunque, de vuelta a la casa, la duda sembrada tan arteramente empezó a crecer en mi cabeza.   


Llegué puntual al vacunatorio de Garabito.  Era evidente que los convocados ahí no éramos para nada jovencitos.  Muchas canas en el cabello, muchas arrugas en la cara y mucha flacidez y manchas en la piel. Bajo esa carpa que nos protegía del sol, se depositaron miles de años de experiencias.


La ansiedad por la espera empezó a desatar todo tipo de comentarios entre los impacientes pacientes: ¿cuál será la vacuna: la faicer o la Astra… cómo es que se llama? La que dicen que se puso el Ministro.  ¿Ustedes no vieron el video?  Ese en que se ve que cuando van a vacunar al Ministro, primero el líquido se ve transparente y, de repente, en otra toma, aparece de otro color, como rojito.  Para mí no se la puso, pura pantomima.  A mi hija, que vive en Europa (ya viene la rajadera) le pusieron esa tal Astra y casi la matan.  Es que ella trabaja allá.  Si se fue hace años y se casó con un alemán.  


Por fin llegaron las enfermeras vacunadoras: las únicas personas menores de treinta años en el sitio. Traían dos hieleras negras.  Una tenía un rótulo que rezaba:  Vacunatario de Garabito, Rebeca.  Ahí están los frasquitos, pensé.  Y eso de rotular con el nombre de una de las enfermeras… ¿será para que se haga responsable por si pasa algo?, me pregunté.  


Pasaron lista para saber si había deserciones.  Pero no, todos los de ésta  tanda éramos valientes.  


Nos dieron algunas instrucciones, pero lo que más dio de que hablar fue la indicación de que, una vez vacunados, teníamos que irnos a sentar por quince minutos a la otra carpa, a esa que se veía ahí al frente, por ahora despoblada.


 Esos quince minutos son fatales, se dejó decir un gordo charlatán.  ¿Por qué?, le preguntó una señora con cara de asustada. Es que durante esos quince minutos puede pasar cualquier cosa.  Después de semejante imprudencia el término que se viralizó por toda la carpa fue PATATÚS.   Aquí y allá se oí la explicación para los menos avispados:  es que lo mandan a uno ahí a esperar, por si le da un patatús.  Una señora con risa nerviosa -que solo se adivinaba en sus ojos, pues todos portábamos el famoso bozal-, preguntó: ¿y si a uno le da un patatús qué hacen?  Yay, dijo el imprudente, pues le soplan el culo.  Todos reíamos.


Empezó la vacunación.  Nadie lloró, nadie se rajó.  Tampoco a ninguno de nuestra tanda le dio ningún patatús.


                                                       Garabito, 22 de abril de 2021.