Lunes
de luna
La galería de los
ex
ó de cómo se re-edita el feo complejo de Adonis
Franco Benavides
No conozco los pormenores de cómo tuvo origen
la Sala de Exministros de Trabajo. Pero es fácil imaginarlos: uno de esos
acólitos de fuera o de dentro –que siempre acompañan a los jerarcas y están
dispuestos a servir de alfombra o brocha-, uno de esos, digo, que nunca faltan,
le sugirió a algún jerarca que se debía aprovechar la sala de reuniones para
rendirle tributo a esos hombres y mujeres que tan digna y diligentemente han ocupado
el cargo de Ministros.
·
Ese
Ministro, como quien la cosa no es con él, accedió a la idea, no para beneficio
propio (¡Jamás!), sino porque los que antes ocuparon ese cargo se lo merecen (“Tal vez éste humilde servidor no, pero en
cambio los que me antecedieron… sería una injusticia no reconocerle su
esforzada y sacrificada labor ministerial” –pensó para sí mismo).
·
Y fue así como la única sala de reuniones que
existía en el Edificio Central del MTSS se convirtió en la Sala de Exministros. Y se colocaron, para regocijo de todos los
que hicieran uso de tal capilla o sala (según como se vea), los retratos de
todos los que alguna vez fueron Ministros de Trabajo.
·
Ahí se colgaron todos los retratos. Los de Benjamín Núñez, Danilo Jiménez y Alfonso Carro al lado de, por ejemplo, Farid
Ayales. Si, se colgaron todos. Sin discriminación alguna. El único requisito para estar en esa galería es
haber ocupado el cargo de Ministro de Trabajo. No importa si se lo hace con la
dignidad de, por ejemplo, el cura ya mencionado o con la alevosía de un convicto
en ejercicio del cargo. No importa si ese ejercicio del cargo no deja
más que una página en blanco en la historia de la administración del trabajo. No importa si se ha sido un ministro brillante o uno mediocre.
·
Es lo que se podría llamarse el “culto a la autoridad”. Es -en menor escala- como la Sala de
Expresidentes de la Asamblea Legislativa, donde están colgados los retratos de
todos, incluyendo dictadores y exconvictos.
Claro, al menos en éste caso, el tributo tiene por intermediario a otro
poder de la República. No es un auto-agasajo.
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Debería haber una ley que prohíba este tipo de
auto-tributos. Porque éticamente me parece que es de común consenso que los
reconocimientos deben estar añejados por la prueba del tiempo y nunca deben expenderse
porque una tradición (iniciada, casualmente, por uno de los propios
beneficiados) manda que se rinda un tributo a todo aquel que ocupe un cargo
independientemente de la evaluación de su
desempeño.
·
¿Es aceptable que exista una Sala de
Exministros sin discriminación alguna? ¿Es
aceptable que cuelgue al lado de figuras respetables como el cura Benjamín
Núñez un convicto en el ejercicio precisamente del cargo de Ministro de
Trabajo? ¿Por qué no rebautizar la sala
y denominarla “Sala del Trabajo”; sala ésta donde no solamente colgarían los
retratos de los Ministros que se lo merezcan, según el rigor del tiempo, sino
los trabajadores que como Carlos Luis Fallas, merecen el tributo de todo el
pueblo costarricense?
·
Sí, los tributos no deberían ser cosa de la
costumbre o de una concesión a la vanagloria.
Heredia, 28 de abril del 2014.
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