domingo, 27 de abril de 2014

La Sala de los Ex

Lunes de luna
La galería de los ex
ó de cómo se re-edita el feo complejo de Adonis

Franco Benavides

No conozco los pormenores de cómo tuvo origen la Sala de Exministros de Trabajo.  Pero es fácil imaginarlos: uno de esos acólitos de fuera o de dentro –que siempre acompañan a los jerarcas y están dispuestos a servir de alfombra o brocha-, uno de esos, digo, que nunca faltan, le sugirió a algún jerarca que se debía aprovechar la sala de reuniones para rendirle tributo a esos hombres y mujeres que tan digna y diligentemente han ocupado el cargo de Ministros.
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Ese Ministro, como quien la cosa no es con él, accedió a la idea, no para beneficio propio (¡Jamás!), sino porque los que antes ocuparon ese cargo se lo merecen (“Tal vez éste humilde servidor no, pero en cambio los que me antecedieron… sería una injusticia no reconocerle su esforzada y sacrificada labor ministerial” –pensó para sí mismo).
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Y fue así como la única sala de reuniones que existía en el Edificio Central del MTSS se convirtió en la Sala de Exministros.  Y se colocaron, para regocijo de todos los que hicieran uso de tal capilla o sala (según como se vea), los retratos de todos los que alguna vez fueron Ministros de Trabajo.
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Ahí se colgaron todos los retratos.  Los de Benjamín Núñez, Danilo Jiménez  y Alfonso Carro al lado de, por ejemplo, Farid Ayales.  Si, se colgaron todos.  Sin discriminación alguna.  El único requisito para estar en esa galería es haber ocupado el cargo de Ministro de Trabajo. No importa si se lo hace con la dignidad de, por ejemplo, el cura ya mencionado o con la alevosía de un convicto en ejercicio del  cargo.  No importa si ese ejercicio del cargo no deja más que una página en blanco en la historia de la administración del trabajo.  No importa si se ha sido  un ministro brillante o uno mediocre. 
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Es lo que se podría llamarse el “culto a la autoridad”.  Es -en menor escala- como la Sala de Expresidentes de la Asamblea Legislativa, donde están colgados los retratos de todos, incluyendo dictadores y exconvictos.  Claro, al menos en éste caso, el tributo tiene por intermediario a otro poder de la República. No es un auto-agasajo. 
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Debería haber una ley que prohíba este tipo de auto-tributos. Porque éticamente me parece que es de común consenso que los reconocimientos deben estar añejados por la prueba del tiempo y nunca deben expenderse porque una tradición (iniciada, casualmente, por uno de los propios beneficiados) manda que se rinda un tributo a todo aquel que ocupe un cargo independientemente de la evaluación de su desempeño.
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¿Es aceptable que exista una Sala de Exministros sin discriminación alguna?  ¿Es aceptable que cuelgue al lado de figuras respetables como el cura Benjamín Núñez un convicto en el ejercicio precisamente del cargo de Ministro de Trabajo?  ¿Por qué no rebautizar la sala y denominarla “Sala del Trabajo”;  sala ésta donde no solamente colgarían los retratos de los Ministros que se lo merezcan, según el rigor del tiempo, sino los trabajadores que como Carlos Luis Fallas, merecen el tributo de todo el pueblo costarricense?
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Sí, los tributos no deberían ser cosa de la costumbre o de una concesión a la vanagloria.
Heredia, 28 de abril del 2014.

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