domingo, 6 de marzo de 2016

¿"Señorías"?

“Señorías”
ó de cómo imitando la majestad se puede caer en el ridículo

Franco Benavides

Un día de estos escuché a un diputo de nuestra Asamblea Legislativa referirse al resto de sus pares como “señorías”.  La verdad es que hace tiempo, creo que desde que ese poder fue engalanado con la presencia de un comerciante de títulos universitarios y salvaciones celestiales, es frecuente oír que los diputados se llamen entre sí “señorías”.  A nadie por supuesto, fuera de ese recinto, se le ocurría dirigirse a un diputado usando ese apelativo tan propio de otras lejanas tierras.
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Lo normal entre nosotros ha sido el trato de “compañeros” y, cuando no se quiere tanta intimidad, el de “señores”.  Pero, bueno, seguramente con esto de la inmediatez global, nuestros diputados, ansiosos por aprender aunque sea las formas ajenas, han devorado horas repasando el parlamento español.  Les habrá parecido elegante el llamarse entre sí “señorías” aunque esa voz dentro de nuestra Asamblea Legislativa suene tan impostada como el “tu” que empieza a gustar tanto en las escuelas y los hogares costarricenses.
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Habría que decir en favor de los diputados que han adoptado ese decir que, como fieles representantes de los ticos, son aficionados a adoptar lo foráneo por una especie de complejo de inferioridad que tiene lo ajeno en mejor estima que lo propio.  Nada más hay que ver lo poco elegante que se nos ocurre eso de llamar tienda a las tiendas; sin mencionar la nominación de nuestras propias criaturas:  ¿por qué  Josés Joaquínes pudiendo llamarlos Maicoles Estivenes?
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Solo espero que eso de llamarse entre sí “señorías” no se convierta en una exigencia de su parte para el resto.  No puedo imaginarme diciéndole a algunos de esos diputados y diputadas, que apenas si pueden hilar dos o tres frases cortas con buena sintaxis; no me imagino llamándolos con el apelativo de “señoría”. Perdón pero si en España, no necesariamente por mérito y más por costumbre, los representantes parlamentarios gustan decirse a sí mismos “señorías”, aquí, en nuestro país, en el poco elegante y culto espacio de la Asamblea, eso suena tan artificial como que, en lugar de pedirles besos, a las muchachas le diera por rogarles ósculos a sus amigos con derecho.
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En fin, diputadas y diputados: que si se quieren seguir llamándose unos a otros “señorías”, sepan que, no por mucho llamar corcel a un rústico jamelgo, éste se torna más fino.

Heredia, 7 de marzo de 2016.