viernes, 30 de marzo de 2018


 REIVINDICAR EL CRISTIANISMO.

Recién llego de la procesión de hoy viernes.  A pesar de que no soy creyente, siempre me han gustado estas expresiones culturales. Hace tiempo dejé de ser un ateo contendiente, para ser uno reposado.  La verdad es que desde hace muchísimos años no le presto atención a la religión, salvo porque entiendo la profunda influencia que tiene sobre el pensamiento y el actuar de la mayoría de la gente.  De vez en cuando leo la Biblia, especialmente el Génesis (me encantan las leyendas de Adán y Eva, del Diluvio, de la Torre de Babel) y los Evangelios.  El de Marcos y el Mateo me gustan mucho más que los de Lucas y Juan.  Los dos primeros son menos doctrinarios, más vivenciales, me parece.

En mi época de ateo beligerante, me había quedado con aquella famosa frase de Marx, “La religión es el opio de los pueblos”, sin leer con cuidado el contexto del que se extraía. Combatía la religión como si fuera la causa de los males y no una forma de hacerlos más soportables; un alivio, como lo es el opio para el dolor. Mi materialismo simplificado me hacía pensar en la religión como un fenómeno ajeno, agregado artificialmente a la realidad y que había que combatir al mismo nivel que la “explotación del hombre por el hombre”.  

Hoy que presencié la representación de la “pasión de Cristo”, observé a la gente realmente conmovida (hay que decir que usar personajes vivos en lugar de estatuas provoca más a los sentimientos que a la solemnidad).  La canción interpretada por una muchacha que hacía de Virgen María, fue dulce y triste.  Todos la escuchamos en profundo silencio.

Recordé en ese momento parte del texto que acompañaba la sentencia de Marx sobre la religión y logré entenderla mejor que antes. El párrafo completo es este:

“La miseria religiosa es a la vez la expresión de la miseria real y la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón, así como el espíritu de una situación sin alma. Es el opio del pueblo. Se necesita la abolición de la religión entendida como felicidad ilusoria del pueblo para que pueda darse su felicidad real.” (Crítica de la filosofía del derecho de Hegel)

Sin lugar a dudas el cristianismo está fuertemente enraizado en nuestro vida porque ha sido un factor muy importante en la construcción de la identidad cultural de Occidente.  Muchos principios de la era moderna derivan de las prácticas y las creencias de las iglesias cristianas. De manera que el cristianismo es mucho más que un “consuelo” (un sustituto de la felicidad real): es una parte esencial de nuestra forma de ser y pensar.

Otra cosa es que sectas religiosas que beben de la mercantilización de la sociedad más que de los principios cristianos quieran materializar su programa “teocrático”.  Otra cosa es que el fanatismo religioso se vista de partido político y quiera gobernar a una república como si fuera un Principado de Dios e imponer su el diezmo, espiritual y material, sobre todo una nación. Y todo esto con la desfachatada complicidad de quienes ven la oportunidad de lograr la “gobernabilidad” que no han alcanzado mediante sus propios Partidos.  Neoliberalismo-neopentecostal: esa es la receta.    

San Pablo de Heredia, 30 de marzo de 2018.



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