Animales que escupen
ó, cómo utilizar la saliva
como contra-argumento.
Franco
Benavides
Proyectar con un fuerte soplido los
fluidos bucales sobre otro ser vivo (escupir), es un mecanismo comúnmente
empleado por una gran variedad de animales, para defenderse o para atacar. La
llama, el camello y el guanaco, todos de la misma familia, acostumbran disuadir
a quienes los molestan con un escupitajo. Una especie de cobra se defiende y
ataca lanzando un escupitajo de veneno a los ojos de quien se le aproxima
demasiado. El pez arquero, en cambio, usa
ese mecanismo como arma de caza: escupe chorritos de agua con tan buena
puntería que las más de las veces se trae abajo a distraídos insectos que se
posan sobre las ramas que bordean su charca.
·
También el homo sapiens es un ser
escupidor. Entre los seres humanos que más escupen están los deportistas. Nada
más que su razón no es ni defensiva ni ofensiva. Es más bien fisiológica: simplemente la
sudoración les espesa la saliva y para deshacerse de esa sensación de
pegajosidad en su boca se les ve escupiendo a diestra y siniestra. El escupir también es símbolo de un tipo de masculinidad:
los machos dominantes escupen en todas partes y para eso siempre llevan un
cúmulo de saliva en su jeta (en eso se parecen a los perros que nunca descargan
de una solo vez su vejiga, para ir marcando sus dominios con un
contenido y cadencioso
chorrito de orina) .
·
Pero de todos los animales, el ser
humano es el único que ha convertido el escupir en una especie de ofensa moral. Lanzar un poco de saliva al rostro de otra
persona -previamente acumulada en la boca para tal efecto- es una de las
muestras de desprecio y a la vez, un medio de ofensa moral como muy pocos hay
entre la gran variedad de gestos ordinarios, chabacanos, de mal gusto y poco
elegantes.
·
Ciertamente ese gesto de desaprobación y ofensa moral
ya forma parte de costumbres muy primitivas y en franco desuso; salvo, claro, en los niños entre los cuales es un tanto frecuente
escupir al prójimo como señal de desaprobación.
·
Al niño se le perdona que procure dirimir sus
diferencias disparando cuechas a su
contrincante, porque su auto-control es apenas incipiente. Pero cómo podemos catalogar a un adulto que
en medio de una discusión política lance escupitajos a modo de
contra-argumentos.
Heredia, 8 de octubre del 2013.
No hay comentarios:
Publicar un comentario