lunes, 26 de diciembre de 2016

¿Realmente existe el libre albedrío?

Reflexiones frente a “los Toros”
ó de si realmente existe o no el libre albedrío

Diciembre sin “toros” es como una Navidad sin tamales.  Calenté unos tamales y me senté frente al tele.  Por alguna razón a los ticos nos atraen las corridas de toros, pero no a la usanza española, sino a nuestro modo.   Las corridas españolas tienen algo de tragedia clásica, son serias:  el ser humano desafía a la naturaleza y la subyuga a punta de espada. Pero, hay que ser claro: no se trata de una batalla de tú a tú entre el hombre y la bestia;  el hombrecito tiene de su lado a todo un equipo, incluyendo la complicidad ingenua de los caballos, que trabaja esmerada y mancomunadamente para poner al pobre animal a su entera disposición y, casi sin peligro, a merced de sus coquetos desplantes y su valeroso estoque final.
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Nuestra corrida en cambio, sin dejar de tener algo de tragedia (como ya veremos) es más una comedia, una obra bufa. La música de cimarrona y los humoristas que más que narrar, hacen chistes bajo su pretexto, encajan perfectamente con ella.   Nuestra corrida más que un desafió a la naturaleza, es una burla de la misma.  Pero, y ahí está su esencia: en realidad la naturaleza, por intermedio del toro, nos sirve como instrumento para burlarnos de nosotros mismos en la persona del prójimo improvisado de torero.
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Por supuesto, ninguna de las dos versiones, ni la española ni la tica, es civilizada, si la civilización significara aquí desprecio a la violencia gratuita; definición esta que, de todas maneras,  parece contradecir la historia de las grandes civilizaciones.   
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Nosotros creemos que la corrida nuestra es más civilizada, porque, pensamos, es más equitativa: aunque la bestia (nos referimos al toro) es superada en número por los toreros, éstos son improvisados; es decir, no forman un equipo organizado frente al animal, y eso, sumado a la fuerza descomunal del toro, pone a los contrincantes casi en igualdad de condiciones:  fuerza versus cantidad. 
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Por otra parte, en la nuestra no se mata al toro; tan solo se lo aterroriza y maltrata durante un rato, luego del cual se le lleva de nuevo a su verde potrero para que olvide, aunque rumeándolos, sus traumas.  En la nuestra,corre más peligro el torero improvisado, que a fin de cuentas es el que sabe lo que está haciendo y por qué. 
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Y es que creemos, para apaciguar los eventuales remordimientos que nos debería provocar el goce de un espectáculo que muchas veces deja lesiones y hasta muerte, que estás personas toreros improvisados, saben perfectamente lo que hacen.  Es decir, aplicamos para los toreros improvisados el  principio del libre albedrío. El toro, es otra cosa.  Por él sufrimos lo indecible porque es una criatura inocente, sin voluntad.  En cambio a “esos” nadie los manda a entrar a la plaza; ellos mismos se llevan de la mano de su propia estupidez.  
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La tesis del libre albedrío, sin duda, nos salva de acusarnos a nosotros mismos de crueldad contra la humanidad y en cambio, sin ser incoherentes, podemos juzgar a los que gustan de las corridas españolas como salvajes y sádicos.
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Y no es para agüevarnos, pero la verdad es que eso del libre albedrío no es como muy cierto.  Si la distribución natural o divina del paquete genético personal fuera equitativo – y que no lo es lo demuestran las obvias diferencias de inteligencia entre uno y otro ser humano, racionales o emocionales o de cualquier tipo que se quiera- bastarían las desiguales condiciones sociales en que se desarrolla o sub-desarrolla cada persona, para entender que eso de que cada una “labra su porvenir” es un tanto fantasioso.  Con sólo imaginar a niños nacidos en la miseria ya podemos adivinar que a los 30 o 40 años serán padres (no muy felices) de otros niños igualmente miserables. 
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 Pero la fantasía del libre albedrío no es un patrimonio nacional.  Se ha extendido como creencia popular por casi todo occidente desde hace siglos y ha sido objeto de reflexión.  Un filósofo dice lo siguiente sobre este mito:  “Los hombres se imaginan ser libres porque son conscientes de sus voliciones y deseos, mientras que ignoran las causas que los determinan a querer y desear” (Espinoza; La Etica).
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Por mi parte, no voy a ocultar que sentía cierto gozo al atisbar el eventual dolor ajeno (la cornada posible); pero, hasta hoy, me consolaba el saber que en realidad no era porque fuese malo:  “Realmente, mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco” (Romanos 7:15).
9 de enero de 2012.
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POST DATA: Este año y los que siguen -si es que la muerte no decide antes cornear a mi engreído libre albedrío-, ya no podré simplemente dejarme llevar por esa parte cruel y estúpida que aún llevo en mí: el espectáculo que combina, en una vulgar obra bufa, el goce de la crueldad contra un animal y contra los de nuestra misma especie, se me ha hecho intolerable.  ¿Me he convertido en algo mejor? Seguro que no. Más viejo, eso sí. Por eso respeto más a la vida.                                                                                                                                         San Rafael de Heredia, 26 de diciembre de 2016

domingo, 6 de marzo de 2016

¿"Señorías"?

“Señorías”
ó de cómo imitando la majestad se puede caer en el ridículo

Franco Benavides

Un día de estos escuché a un diputo de nuestra Asamblea Legislativa referirse al resto de sus pares como “señorías”.  La verdad es que hace tiempo, creo que desde que ese poder fue engalanado con la presencia de un comerciante de títulos universitarios y salvaciones celestiales, es frecuente oír que los diputados se llamen entre sí “señorías”.  A nadie por supuesto, fuera de ese recinto, se le ocurría dirigirse a un diputado usando ese apelativo tan propio de otras lejanas tierras.
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Lo normal entre nosotros ha sido el trato de “compañeros” y, cuando no se quiere tanta intimidad, el de “señores”.  Pero, bueno, seguramente con esto de la inmediatez global, nuestros diputados, ansiosos por aprender aunque sea las formas ajenas, han devorado horas repasando el parlamento español.  Les habrá parecido elegante el llamarse entre sí “señorías” aunque esa voz dentro de nuestra Asamblea Legislativa suene tan impostada como el “tu” que empieza a gustar tanto en las escuelas y los hogares costarricenses.
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Habría que decir en favor de los diputados que han adoptado ese decir que, como fieles representantes de los ticos, son aficionados a adoptar lo foráneo por una especie de complejo de inferioridad que tiene lo ajeno en mejor estima que lo propio.  Nada más hay que ver lo poco elegante que se nos ocurre eso de llamar tienda a las tiendas; sin mencionar la nominación de nuestras propias criaturas:  ¿por qué  Josés Joaquínes pudiendo llamarlos Maicoles Estivenes?
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Solo espero que eso de llamarse entre sí “señorías” no se convierta en una exigencia de su parte para el resto.  No puedo imaginarme diciéndole a algunos de esos diputados y diputadas, que apenas si pueden hilar dos o tres frases cortas con buena sintaxis; no me imagino llamándolos con el apelativo de “señoría”. Perdón pero si en España, no necesariamente por mérito y más por costumbre, los representantes parlamentarios gustan decirse a sí mismos “señorías”, aquí, en nuestro país, en el poco elegante y culto espacio de la Asamblea, eso suena tan artificial como que, en lugar de pedirles besos, a las muchachas le diera por rogarles ósculos a sus amigos con derecho.
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En fin, diputadas y diputados: que si se quieren seguir llamándose unos a otros “señorías”, sepan que, no por mucho llamar corcel a un rústico jamelgo, éste se torna más fino.

Heredia, 7 de marzo de 2016.

viernes, 22 de enero de 2016

"Clientelismo político" e ineficacia de los programas de asistencia social

Algunas consideraciones sobre el proyecto “C.E.R.R.AR.”
Cosas que Ottón no dice

Ottón Solís parte del supuesto de que el manejo de los programas estatales para combatir la pobreza no es eficiente ni eficaz por la “duplicidad de funciones” y propone como solución el cierre de instituciones y el despido de empleados públicos.
Las siguientes son algunas consideraciones que procuran presentar una perspectiva distinta a la del adalid de la austeridad estatal y matizan su aseveración de la “ineficacia” y “duplicidad”.

1.- La ineficiencia y la ineficacia del Estado no es un problema de sobre-empleo.
Aunque es evidente que su propósito no es aumentar el desempleo, lo cierto es que la propuesta de Ottón privilegia el recorte de personal como la mejor solución.  Con esto, ese diputado aporta su cuota a la campaña que apunta a los empleados públicos como los culpables de los principales problemas que presenta el Aparato Estatal aunque, si los tiene, la responsabilidad habría que buscarla entre quienes lo “diseñaron” y lo “gobernaron” durante los últimos 40 años; es decir:  el PLN y el PUSC.

El nivel de empleo público no ha crecido respecto a otros períodos y es igual al promedio de la OCDE.  Que no hay un sobre-empleo  público en Costa Rica se desprende de las estadísticas que comparan distintos períodos de nuestra historia y datos de otros países.   Así por ejemplo, en 1986 el porcentaje de empleados públicos respecto al total de ocupados era de un 19.7%, mientras que para el 2013 ese porcentaje se redujo al 15.1%.  Si comparamos el nivel de empleo público con  el de los países que componen la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo (de la que aspira Costa Rica ser parte), se tiene que para el año 2011 el porcentaje de empleados públicos respecto al total de ocupados era del  15.0% mientras que para Costa Rica, en el mismo año, el porcentaje fue de un 15.2 (MIDEPLAN:  Gestión del empleo y remuneraciones en el Sector Público.   Datos relevantes.  Insumos de trabajo para discusión;  2015).

2.- El problema de los programas de combate a la pobreza no es el de la “duplicidad”.
En primer lugar hay  que decir que la Inversión Social Pública (ISP) decayó por muchos años, tanto que no fue hasta el año 2015 que “… por primera vez en 34 años se logró recuperar los niveles reales de inversión de la Inversión Social Pública per cápita de 1980.” (XXI Informe del Estado de la Nación;  pp.112).  Es decir, que el combate a la pobreza ha tenido como a uno de principales enemigos la “austeridad” que tanto le gusta a Ottón.

El “clientelismo político”. Por otra parte, cuando el Informe del Estado de la Nación para el año 2014  hace una valoración de los programas de combate a la pobreza, apunta como principal problema no la “duplicidad” de los mismos (a la cual ni siquiera alude), sino a que los “beneficios no se orientan a la población objetivo”, es decir, a los pobres (Idem.; 115). Es lo que los estudiosos denominan las “filtraciones” (incluir beneficiarios que no son pobres).  Este tema sin duda está más asociado al “clientelismo político” que a una mala organización de las instituciones que están a cargo de esos programas. Y aunque el informe citado no lo dice de manera directa y apenas lo insinúa, existen evidencias de ese fenómeno.
Las transferencias reducen la pobreza.  Y como para contrariar el supuesto de que parte Ottón, el Informe señala que los “Programas que transfieren dinero reducen la pobreza en dos puntos porcentuales”. Estos programas son, entre otros, el Régimen de Pensiones No Contributivo, el Aseguramiento a Cargo del Estado, FONABE y FODESAF, parte de los cuales pretende Ottón transferir a un gigantesco Ministerio de Asistencia Social, a pesar de que ese mismo Informe indica que  los programas manejados por la CCSS  son los que tienen  menos filtraciones…” (Idem.; pp. 115); es decir, tienen menos beneficiarios que no son pobres, son más eficaces.     


3.- Gasto Social, Impuestos y Pobreza.
Vale la pena citar un estudio realizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en que precisamente se destaca  el papel del Gasto Público Social en el combate a la pobreza y como el efecto redistributivo de estos programas se ve contrarrestado por un régimen tributario que privilegia los impuestos indirectos.  La conclusión principal del estudio es la siguiente:
 “… el análisis muestra que las transferencias directas en Costa Rica (como las de FODESAF) contribuyen a la reducción de la pobreza extrema y la total, y que las transferencias no monetarias tienen un efecto redistributivo destacable.  No obstante, previo a la monetización de tales transferencias que revelan el peso significativo del gasto social, la prevalencia de una estructura tributaria regresiva restringe mayores y mejores avances en términos de equidad.” (PNUD:  La equidad en Costa Rica:  Incidencia de la Política Social y la Política Fiscal;  marzo de 2014; pp. 13).
Sin duda, con solo que el régimen tributario no se cargara tanto del lado de los impuestos indirectos, la pobreza disminuiría.  Y si se atacara con seriedad la evasión fiscal que ronda el 8% del PIB, el Estado costarricense podría invertir más en salud, educación, vivienda y aumentar el monto delas transferencias directas a la población pobre.   Claro, también se trata de erradicar el “clientelismo político” para que esas transferencias lleguen a los verdaderos necesitados.


4.- Modelo de “Desarrollo” y la pobreza.
El Modelo de Desarrollo Neoliberal es la causa de la pobreza y la desigualdad social: el desempleo y la evasión fiscal –variables menos asociadas con el desempeño estatal que con el de la empresa privada- explican más que cualquier supuesta “duplicidad” de funciones, la persistencia de la pobreza en nuestro país.

Desempleo y pobreza.  Señala Ottón que la pobreza pasó de un 5.8% a un 7.3% entre 2010 y 2015, mientras en ese mismo período los recursos para combatir la pobreza se elevaron en un 14.5%, lo  cual, según él, es una muestra de la ineficiencia de esos programas (aunque el mismo admite que seguramente el Modelo Económico es el responsable de que la pobreza persista).  Lo que no dice el diputado es que la tasa de desempleo abierto fue para el 2010 de un 7.3%, mientras que para  el 2015 se elevó a un 9.7%: una diferencia de 2,4% superior al 1.4% de incremento de la pobreza entre 2010 y 2015.  ¿No es más razonable explicar la persistencia del nivel de pobreza debido al incremento del desempleo, que achacarlo a la supuesta ineficiencia e ineficacia de los programas de asistencia social (que los dos estudios arriba citados desdicen)?

Incumplimiento de derechos laborales, informalización del empleo y pobreza. Hay que apuntar a tres factores que contribuyen a mantener el nivel de pobreza anclado cerca del 20%: i) el Costa de la Vida acumulado por años (Costa Rica es uno de los países más caros de Latinoamérica:  ver Informe XX del Estado de la Nación), ii) el incumplimiento en el pago del  Salario Mínimo (unos 300 mil trabajadores sufren ese violación patronal de sus derechos), y iii) la informalización del empleo (el 45.3% de los trabajadores), son factores que sin duda hacen su contribución al problema de la pobreza.

Por supuesto que el manejo de los programas de combate de la pobreza se debe mejorar. Pero hay que apuntar, en primer lugar,  a las verdaderas causas de la pobreza y, en segundo, a los factores que distorsionan esos programas; como el “clientelismo político”, que no se erradica cerrando instituciones o despidiendo a empleados.  El tema es “político”; no técnico.
Heredia, 22 de enero de 2016.

Franco Benavides Flores

Secretario General de la AFUMITRA