Coito
interruptus
Meciéndonos en la cama
al ritmo frenético del sexo,
sudando a chorros la dama
y yo gruñendo como un puerco.
Estando a punto de venirnos
los dos al mismo tiempo,
rajose el condón bendito
dejándome el falo al descubierto.
La dama sin compasión
de un golpe las piernas cerró
y dijo sin asomo de constricción
a este cristiano perro:
Aunque estalle de deseo loca
y mi vulva esté toda lubricadita,
te lo digo fuerte como roca:
¡Sin condón, muñeco, ni la puntita!
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