lunes, 23 de septiembre de 2013

Lunes de luna
(Ultima parte) Una réplica no solicitada:
¿Qué se puede esperar del Sindicalismo Ciudadano?
ó de cómo extraviarse buscando lo novedoso

Franco Benavides

Según nuestro parecer el Sindicalismo Ciudadano realmente existente –no el que vive tan solo en la jupa de los dirigentes de la Anep-, se ha expresado hacia adentro de esa organización sindical como una corriente anti-democrática, con una autoridad excesivamente concentrada en la persona del Secretario General.  Los “anepistas de corazón” –como gusta llamar el sumo dirigente a las personas que lo siguen-, son un reducido grupo que, gracias al acceso y manejo de los abundantes recursos de una organización relativamente grande ( unos 13 mil afiliados), han creado una especie de cofradía sindical, cerrada sobre sí misma(1).   Pero, ¿y hacia afuera?  ¿Qué frutos se cosechan de esa corriente?
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El diagnóstico inicial que adoptó el Sindicalismo Ciudadano, derivado de  la interpretación de moda que circulaba por esos días (1989-1995) en esencia afirmaba: el Sindicato ha perdido espacio en el concierto socio-político  (no solo por una afiliación cada vez menor, sino porque ha perdido poder de negociación, en parte gracias a la des-regulación del trabajo); de manera que no puede seguir siendo “correa de transmisión” de los partidos, pues esos partidos -especialmente los de izquierda (recuerden que estamos en la Era del Post-Socialismo Real)- también han perdido su capacidad política, real y simbólica.   De manera que (y ya lo que sigue es parte de la receta, también de moda): el Sindicalismo se debe adaptar a la Era Neo-liberal cambiando desde adentro [incursionando en negocios propios para autofinanciarse (¿Sociedades Anónimas Laborales?, ¿Proyecto Hotelero Tití?)], elaborando su propia Ideología-política (¿Sindicalismo Ciudadano? ¿”albinismo”?) y vinculándose a otros movimientos sociales que le permitan rebasar el marco estrecho del gremialismo y le devuelvan así, su capacidad de negociación política (¿Iglesia Luterana, Cámaras Empresariales, intelectuales progresistas?).   
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En nuestro país la realidad del movimiento sindical era similar a la del resto del mundo. Solo que en lugar de un movimiento sindical con base en el sector privado y cada vez más debilitado, como en Argentina y México; en él nuestro teníamos uno prácticamente concentrado en el Sector Público(2) y, eso sí, también perdiendo masa muscular(3).
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Así que llegar a la conclusión de que el sindicalismo estaba “manipulado” por los partidos políticos(4), de que estaba encerrado entre las estrechas  paredes del gremialismo, de que sin asentarse en el sector privado el sindicalismo está más que incompleto, sub-desarrollado; de que el sindicalismo es poco representativo; llegar a esas conclusiones a las que llegó el Sindicalismo Ciudadano…, hasta un ciego sin bastón se las hubiera topado de frente.
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Pero cuando se pasa del Diagnóstico a la Receta, la cosa ya se pone jodida: un sindicato, o más bien un “aparato sindical”, financiado por unos 13 mil afiliados, se procura convertir él sólo en un “movimiento socio-político con opción de poder”(5).  Y es que todas sus alianzas con otros sindicatos u organizaciones, se ahogan rápidamente en el abrazo hegemónico de la Anep; ésta tiende una y otra vez, a quedarse sola.
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Justamente cuando el movimiento sindical se está desprendiendo de su miope gremialismo y se junta con otros movimientos sociales (hay que decirlo: no porque haya superado su conciencia gremialista, sino porque la Contra-Reforma Económica y Laboral lo obliga a ver más allá de sus narices), el sumo dirigente de la Anep condena las protestas del 25 de junio porque no se atienen a demandas específicas, porque son protesta política, casi pura; y, de antemano, condena a otro movimiento similar, que no es por salarios, de la siguiente manera:

“Empero, aunque los diversos sindicatos esperan que sea una huelga masiva (la que anunciaron para el mes de setiembre de este año 2013), una gran mayoría de trabajadores públicos estará ausente si se desarrolla, y esto se debe a que la Asociación Nacional de Empleados Públicos y Privados (ANEP) no participará. Albino Vargas, secretario general de esa organización, indicó al Decano de la Prensa Nacional que “para una huelga indefinida donde los médicos vean crecer sus salarios cuatro veces más sin mover un solo dedo y gracias a los huelguistas que están en la calle, con la ANEP no cuenten, no tiene lógica por ningún lado una huelga de estas, esos sindicatos que organizan esa huelga están muy confusos”, puntualizó.” (La Prensa Libre; 16/08/2013)
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Mientras el Movimiento Sindical del Sector Público, por la fuerza de la arremetida neoliberal contra el Estado de Bienestar y sus instituciones (contra-reforma laboral) se bate por sobrevivir, en una noche neoliberal en que todos los sindicatos son pardos, el Sindicalismo Ciudadano dispara darnos contra los de la propia acera.
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Así la Anep se debate entre las incongruencias de un lenguaje dominantemente contestario, aunque  matizado de voces alarmistas, y, una práctica cada vez más conciliadora y hasta colaboracionista.  Dentro del Sindicalismo Ciudadano parece perfilarse una clara tendencia hacia un sindicalismo que se auto-atribuye el papel de “mediador” entre los conflictos sociales de los más variados orígenes y el Estado.  
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Un sindicato que moviliza en muy escasa proporción  a sus propias bases porque ellas están dispersas, desorganizadas(6) (factor clave para propiciar la perpetuación de un solo grupo en la dirección) y, en cambio, “adopta” luchas y conflictos espontáneos y huérfanos de dirección: motociclistas, chanceros, saloneros, camioneros, interinos, etc..  Eso es esencialmente el sindicalismo ciudadano: un “aparato sindical” con ínfulas de representación universal. 
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Un sindicalismo que está en tránsito desde un estilo basado principalmente en la movilización de los trabajadores (lo que con mucho tino ellos mismos denominaron la “democracia de la calle”), a uno que privilegia la negociación entre cúpulas y tiende a la conciliación, más que a la confrontación(7).  En fin, el Sindicalismo Ciudadano más que un sindicalismo “clasista” como todavía se autodenominan a veces –aunque cada vez con menor frecuencia-   parece perfilarse como uno de corte colaboracionista y conciliador(8).
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El Sindicalista Ciudadano entiende que los intereses de clase no están sobre los intereses de la patria.  Es ante todo ciudadano y sindicalista por agregado. Es ciudadano devoto  y Sindicalista recatado.
Heredia, 23 de setiembre del 2013

Notas: (Léalas porque si no se pierde como la mitad de la argumentación)
(1)   De ésta manera lo dice el propio don Albino Vargas, al dirigirse a su Tendencia Trabajo:  “Liberados ya del material excretable que por naturaleza los organismos vivos desechan y expulsan (Se refiera a la a purga de un grupo de dirigentes practicada en el 2011); hacemos el más grande llamado a la eficiencia, a la eficacia, al mayor aprovechamiento del tiempo, a la más perfecta organización, para que consolidemos, definitivamente, la hegemonía triunfante instaurada hace dos años, en plena fraternidad y sororidad.” (Ver: ANEP: Algunas consideraciones acerca de nuestra situación actual y desde nuestra perspectiva personal”, 21/07/2013, en:  https://www.facebook.com/tendencia.trabajoanep?hc_location=timeline). Y para que no queden dudas del ánimo anti-democrático de la corriente dominante dentro de la Anep, aquí tienen unos extractos de la proclama de don Albino Vargas anunciando su “corriente Estudio y Trabajo”:  La organización debe tener un solo y único liderazgo. Ese liderazgo, construido y reflexionado colectivamente pero reflejado en una sola autoridad, debe ser respetado.” (…)  “el liderazgo inicial de la Corriente "Estudio y Trabajo" de la Tendencia Lucha, estará expresado en lo que a hemos de llamar el "albinismo"; es decir, la confianza en que se le tenga al pensamiento y a las acciones de este servidor para conducir a la organización hacia nuevos senderos en estos difíciles tiempos.” (…) “Esto solamente es posible atacarlo con una nueva hegemonía que provenga de un liderazgo indiscutible y único.” (…) “La ideología de la Corriente "Estudio y Trabajo" de la Tendencia Lucha tendrá tres bases fundamentales: (…) Segunda: Lo que podríamos llamar el pensamiento "albinista", expresado en los artículos de Diario Extra, en los comunicados de prensa que son redactados por mi persona, en el documento publicado por la UNA: "El sindicalismo en tiempos de TLC's (Sindicalismo Ciudadano); así como en el artículo del día, especie de opinión conceptual cotidiana que pensamos lanzar próximamente”.  Y para culminar dice:  “Respetaré profundamente a quienes no quieran seguirme en esta nueva fase de la vida política de la ANEP. No importa si es solamente un compañero o una compañera; si serán diez de ustedes quienes me sigan.”  (En La Prensa Libre del 2 de setiembre del 2010 aparecen extractos de ésta proclama que son idénticos a la copia completa de la misma que obra en mi poder; el destacado no pertenece al original).
(2)    En el caso de Costa Rica, el Movimiento Sindical del Sector Privado estaba concentrado especialmente en las plantaciones bananeras de compañías extranjeras.  Este poderoso movimiento fue exterminado en los años ochentas gracias a la complicidad activa del Gobierno y a una feroz campaña anti-sindical cuya herramienta principal lo fue el Movimiento Solidarista.  Tan es así, que en 1993, ya consumado el sindicali-cidio, por presiones sindicales llevadas hasta la OIT, se  obligó al Estado a introducir una reforma en el Código de Trabajo que prohibía al Solidarismo incursionar, por medio de los comités permanentes y otros medios, en asuntos sindicales.  Esa reforma es, más que una norma protectora, la evidencia del salvaje anti-sindicalismo practicado en los años ochentas y que se sigue practicando hasta nuestros días:  no en balde el sindicalismo de las plantaciones apenas es un brote, persistente, eso sí, pero segado, una y otra vez, antes de que arraigue.   
(3)    Una muestra de tal retroceso lo indican los siguientes datos: 1) en 1990 la tasa de sindicalización en Costa Rica era del 21.7%, mientras en el 2000 fue del 14.5% y en el 2012 es del 13.4%  2) En 1990 los sindicatos activos registrados eran 420, en el 2000 eran 262 y para el 2012 tenemos a 293, 3) Las convenciones colectivas suscritas entre 1980 y el 2007 muestran su descenso en el siguiente cuadro:

Período
Promedio anual de Convenciones colectivas firmadas en Costa Rica
1980-1985
33.8
1986-1989
20.2
1990-1999
17.1
2000-2007
7.6
                                             Fuente: Elaborado con base en lista proporcionada por la Dirección
                                                                de Relaciones Laborales del MTSS.

(4)    Conclusión perfectamente congruente con la nueva ideología dominante (neo-liberal), que desconoce no solo la historia articulada e inseparable, desde sus orígenes, del movimiento sindical y de los partidos obreros, sino el papel de mediador que antes se le reconocía al sindicato en la contienda, más o menos abierta entre asalariados y patronos.    

(5)    En aras de la verdad, la Anep ha tratado de amarrar alianzas con diversos sectores para construir un movimiento socio-político con opción de poder.  Uno de esos intentos, el más importante y duradero, lo fue la creación de la Central Social Juanito Mora.  Pero la vena hegemonista del “albinismo” hace que los aliados se espanten y eso mismo está sucediendo al interior de la CSJM.

(6)    La Anep tiene afiliados en casi todas las instituciones del Estado  (En todos los Ministerios y Universidades públicas, Imprenta Nacional, CCSS,  IMAS, INA, INS, ICE, AyA, Municipalidades, Junta de Protección Social, etc.)  Sin embargo la dispersión de sus afiliados no es tan grave dentro de las municipalidades en las que desde hace algunos años la Anep ha venido creciendo; pero el grueso de sus afiliados están en otras instituciones en las que no existen seccionales o éstas apenas tienen vida propia.  La escasa presencia en las “calles” de la Anep, contrasta con su enorme presencia en los medios de difusión; especialmente en el Diario La Extra en cuyas ediciones diarias es raro que no aparezca don Albino Vargas u otro dirigente de la Anep.

(7)    Que quede claro: cuando hacemos la distinción entre sindicalismo conciliador y sindicalismo confrontativo, estamos hablando de “modus operandi” dominantes, de estilos, de tendencias;  por supuesto toda organización sindical debe recurrir, necesariamente, a la negociación.  Pero la tendencia a “negociar por arriba”, sin la fuerza que le imprime la movilización de las bases a la representación sindical, caracteriza a un tipo de sindicalismo de corte conciliador y hasta colaboracionista.

(8)    Una disquisición levemente prolongada sobre el porqué autodenominarse “Sindicalismo Ciudadano”: La búsqueda de un nuevo apellido para un sindicalismo que se denominó por mucho tiempo “clasista” es sospechosa.  ¿Por qué apellidarlo ahora “ciudadano”?  ¿Qué se quiere quitar o poner al “viejo” sindicalismo? ¿Por qué no es ya un sindicalismo “clasista”, orientado únicamente a la defensa de la clase trabajadora, sino que va más allá del correcto abandono del gremialismo, que solo defiende profesiones u oficios, y se olvida de la Clase, procurando no ser una organización que cobija a todos los ciudadanos? ¿Trabajador y Ciudadano:  en qué se parecen y en que se distinguen? Todos somos ciudadanos, pero solo algunos somos trabajadores.  ¿Qué es un “sindicalismo ciudadano”?  ¿Uno que ya no se ocupa exclusivamente de los intereses de la clase trabajadora y ve los problemas desde la perspectiva del “ciudadano”, que piensa en primer lugar en los intereses de la Patria en “general”? ¿No se quiere con ese apelativo agregado abandonar los “estrechos” marcos del sindicalismo;  llevando al Sindicato, bajo otro contenido, a participar en la vida política del país, pero más como Ciudadano que como Trabajador?  El Trabajador, en la vieja concepción del movimiento sindical, tenía una visión “parcializada” de la sociedad porque miraba ante todo a los intereses de su clase.  El Ciudadano, en cambio,  primero atiende a los intereses de la patria en su conjunto; su interés no es de “clase”, es “general”.    El Sindicalista Ciudadano es entonces uno que ya ha abandonado su parcializada visión de Clase y está dispuesto a sacrificar sus intereses egoístas en pro de los intereses “generales” de la patria. El Ciudadano –no el asalariado, ni el campesino, ni el profesional liberal, ni el empresario-, el Ciudadano responsable, mira por la gobernabilidad, eso sí, con justicia e inclusividad.  Por eso antes que el conflicto entre “clases”, atiende a la crisis de institucionalidad: en la crisis de la CCSS adopta el punto de vista no del trabajador, sino del ciudadano que está por encima de los intereses mezquinos de uno u otro grupo.    Esto es:  asume la racionalidad del régimen reinante y de esa manera puede exhibir un sindicalismo “propositivo”  -no el sindicalismo del NO ESTRATÉGICO- que ante problemas esencialmente políticos (de ejercicio del poder de la clase dominante), apunta a soluciones que olvidan el fundamento clasista de la crisis y sus soluciones. El más claro ejemplo de esto es la posición que ha asumido la Anep frente a la crisis de la CCSS y ante el sector de profesionales de la salud:  como si el gremialismo que exhiben algunos conglomerados de asalariados, principalmente los de cuello blanco, no fuera un sub-producto del manejo de una institución social, corrompido por los intereses de un grupo poderoso de empresarios  (que ya no son médicos aunque se hayan titulado como tales,  sino que son empresarios de la salud vinculados al resto de los grupos dominantes;  y no nos referimos a los médicos que ejercen liberalmente; sino a los dueños de grandes emporios de la salud, clínicas y hospitales privados que parasitan a la CCSS).




miércoles, 11 de septiembre de 2013

Miércoles de Hiel

(Re-edición)
El alarido paranoico de un dirigente sindical
ó de cómo se defiende con locura febril un poco de poder
       
Franco Benavides

Si uno ha estado por más de veinte años al frente de una organización en la que mi palabra es la ley y la genuflexión es el gesto más frecuente de mis “colaboradores”, pues, ¡qué carajo!, uno empieza a confundir los intereses propios, personales, egocéntricos, con los de la organización.  Entonces, cuando aparece alguien que no pertenece al pequeño y leal círculo de mi poder y me quiere sacar de “mi puesto”, lo tiendo a confundir con un “enemigo” de la organización, que tan dignamente represento desde el Diluvio para acá.

Ese fenómeno de confusión es frecuente, tanto que un sociólogo dice haber descubierto una ley que lo explica.  La  “ley de hierro”  le llama, según la cual todo dirigente al cabo de unos años de ocupar su cargo de manera incontestada y monopólica, se convierte en una especie de burócrata, con intereses propios y distintos de la organización que dice representar(1).

 Se han dado casos en que un Líder se vuelve paranoico y cualquier conversación que sus colaboradores realizan a sus espaldas la interpreta como conspiración.  Y aunque sea pura imaginación, eso ha bastado para que se desaten purgas, tal vez no al estilo clásico de Stalin, con fusilamiento incluido, pero si con “despidos por pérdida de confianza”.

 Pero un Dirigente Eterno pierde lo que le queda de cordura cuando, frente a su indisputada autoridad centenaria -garantizada por enmarañados rituales electorales repetidos indefinidamente con el mismo resultado-, cuando, decimos, el Dirigente ve y no se imagina, que otro grupo ha encontrado un portillo para tener acceso a la santidad de “su” organización.   

  Entonces, el Líder, que se cree pastor de ovejas asediadas por un hambriento lobo, se torna furioso y recurre a todos los medios para sostenerse en su puesto.  Claro, lo primero que hace, confiando en la “Ley de Hierro”(2),  que tiene en poca aprecio la inteligencia de las bases de las organizaciones, es acusar a sus competidores de querer destruir a la organización, de ser agentes de una maléfica secta, de ser unos intrusos (aunque paguen puntualmente, como todo afiliado, la cuota de su organización).

 Esta Ley, la de confundir intereses personales con los de la organización, no es una ley fatal, como no lo es ni siquiera la Ley del Gravedad.   Ya sabemos que todo lo sube no tiene por qué bajar, por lo menos no en caída libre.  Los aviones demuestran que esa ley se puede contrarrestar.  Igual puede suceder con la “Ley de Hierro”: si se facilita el ejercicio democrático al interior de las organizaciones, incluyendo una verdadera y libre participación de las bases en la elección de sus dirigentes pues…, bueno, no necesariamente surgirá una argolla que se crea la dueña y señora de la organización.

 Moraleja: El Líder debe ser un humilde servidor y entender que está para servir a la organización y que aunque la adore como a sí mismo, no son la misma cosa… ergo:  ¡algún día se deberá separar de su puesto, aunque le duela y crea que él es el único que se lo merece!
Heredia, 5 de junio del 2013.

(1) Robert Michels realiza un interesante estudio denominado “Los partidos políticos”, donde fórmula su famosa “ley de hierro dela oligarquía”.  Tal  ley dice algo así:  “Los líderes, aunque en principio se guíen por la voluntad de la masa y se digan revolucionarios, pronto se emancipan de ésta y se vuelven conservadores. Siempre el líder buscará incrementar o mantener su poder, a cualquier precio, incluso olvidando sus viejos ideales.”  http://es.wikipedia.org/wiki/Ley_de_hierro_de_la_oligarquia#Ley_de_hierro_de_la_oligarqu.C3.ADa


(2) Este Michels realmente tiene poca fé en la “masa” y por eso sostiene que uno de los principios de su Ley de Hierro es: “…la propia psicología de las masas hace deseable el liderazgo, puesto que son apáticas, ineptas para resolver problemas por sí mismas; son agradecidas con el líder, y tienden al culto de la personalidad. Su única función sería, pues, la de escoger de vez en cuando a sus líderes.” (Idem).

jueves, 5 de septiembre de 2013

Viernes de Hiel
(IV)Una réplica no solicitada:
El Sindicalismo Ciudadano realmente existente
ó de cómo el camino al infierno está pavimentado con buenas intenciones

Franco Benavides

Ya vimos cómo don Albino Vargas, dirigente de  la Anep, se precia de haber creado lo que él denomina el Sindicalismo-ciudadano contraponiéndolo al sindicalismo “sectario y dogmático” de los “nostálgicos de la era soviética”.  También vimos que el origen del Sindicalismo Socio-Político –del cual el Sindicalismo Ciudadano es una versión deformada- se encuentra en la crisis ideológica y política de la izquierda, desatada con la caída del Socialismo Real y la entronización del Capitalismo Neo-liberal.(En: http://enlunado.blogspot.com/2013/08/iii-una-replica-no-solicitada.html).
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Pero como ya estamos prevenidos por marxistas y cristianos de que las cosas se valoran por lo que son y no por lo que se dice de ellas (el criterio de la verdad es la práctica/por sus frutos los conoceréis); aquí vamos a atenernos a los hechos(1) y no al Sindicalismo Ciudadano que vive  tan solo en la fantasía de los dirigentes de la Anep.
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Podemos dividir al Sindicalismo Ciudadano en dos: hacia adentro y hacia afuera de la Anep.  Existe, también, un doble discurso: i) el que es coherente con la práctica anti-democrática interna expresado en todo su esplendor por don Albino Vargas en su diatriba contra la “oposición” (Ver: ANEP: Algunas consideraciones acerca de nuestra situación actual y desde nuestra perspectiva personal”, 21/07/2013, en:  https://www.facebook.com/tendencia.trabajoanep?hc_location=timeline) y ii) el que se utiliza tanto para auto-definirse (autoimagen) como para la exportación (propaganda).
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Hacia adentro el Sindicalismo Ciudadano ha implicado un proceso de concentración del poder, al mismo tiempo y por medio de una fuerte tendencia a la impermeabilización del Sindicato a las prácticas democráticas.  Los  procesos de elección de la Junta Directiva, legitimados por normas Estatutarias que se modifican para cerrarse en una especie de endogamia sindical, han tenido como efecto que desde 1985 y hasta el 2011 no se presentara ninguna elección por oposición.  En las elecciones de la Anep, salvo a partir del año 2011, la asamblea general no hace más que ratificar una nómina de candidatos a la junta directiva.  Y para mayor gravedad, esa nómina se escoge al interior de lo que dentro de la Anep se denomina la Tendencia Trabajo (grupo dominante en términos absolutos desde 1989), compuesta por un reducido círculo de personas afines al Secretario General, entre las que se cuenta a los propios empleados del Sindicato, que a su vez, por “reforma estatutaria”, son también afiliados y, por tanto, pueden ser parte de la junta directiva.
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Hacia adentro, la Anep está constituida como con una especie de círculos concéntricos donde el más grande, externo y alejado del centro, lo conforman los afiliados dispersos (unos 13000), cuyo vínculo principal y casi único es el pago mensual de una cuota;  luego viene un círculo mucho menor conformado por afiliados que participan con alguna regularidad en actividades tales como las asambleas generales (entre 300 y 1000; un 7.5%).  Un círculo de “allegados”, de unas 100 (0.7%) personas
constituyen la “Tendencia Trabajo”. Este es un círculo “cerrado” en el que solo se entra con el aval indispensable del Secretario General y solo si se acepta el “pensamiento albinista”.  La Tendencia Trabajo es la que define las candidaturas a la Junta Directiva, mismas que se someten como una nómina irreductible para que la asamblea general la ratifique o rechace en su conjunto(2).  Viene luego el círculo de “confianza” compuesto por el “Aparato”: son los empleados de tiempo completo del Sindicato (30), entre los cuales se distinguen los “directivos” de los no “directivos”.  Y aún antes del último círculo, el que forma el centro de todos, se constituye otro conformado por unas cinco personas que constituyen la “dirección política” (sean o no directivos) que rodea, de manera inmediata, ahora sí, al círculo más pequeño y sin embargo, el más poderoso, que lo constituye el Secretario General, Albino Vargas.
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Los tres círculos internos más pequeños, que no sobrepasan las 100 personas, se constituyen en algo así como una cofradía, una hermandad; o como la denomina el propio Secretario General una “soridad(3).   Así se dirige don Albino a esos círculos de intimidad (se refiere a la Tendencia Trabajo):  “Hoy estamos en mejores condiciones para un trabajo altamente fraterno y altamente sororario, luego de la defecación política que tuvo la organización (se refiere al despido de un grupo de empleados y dirigentes).”  Y luego agrega: “… hacemos el más grande llamado (…) a la más perfecta organización, para que consolidemos, definitivamente, la hegemonía triunfante instaurada hace dos años, en plena fraternidad y sororidad.”.  Y más:  “Todos estos elementos apuntados anteriormente, resultan imprescindibles para nuestro fortalecimiento grupal, político, organizativo y psicoemocional. Son fundamentales de que los comprendamos y que los apliquemos en nuestras relaciones humanas, laborales y socioafectivas y, repetimos, con actitudes sinceras y transparentes de fraternidad y de sororidad. (Ver los apartados 9 y 10 del documento arriba citado: ANEP: Algunas consideraciones acerca de nuestra situación actual y desde nuestra perspectiva personal”).
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 No podemos insistir más en ese carácter cerrado –al menos respecto a los puestos de dirección y al “aparato” sindical-.  Aunque el fenómeno de la perpetuación de una grupo de dirigentes en las organizaciones sindicales (y no solo en ellas: hay que mirar hacia el cooperativismo, por ejemplo) no es privativo de la Anep, lo que es cierto es que un conjunto de factores (dispersión geográfica e institucional de los afiliados, normas estatutarias y electorales “endogámicas”, desgano de las bases hacia la participación, etc.) se han combinado para crear dentro de ese sindicato un sistema casi impermeable a las prácticas democráticas que subsisten, en cambio, con más o menos fuerza, en otras organizaciones en las que la dirigencia –aunque arraigada por años, se vea obligada a competir en procesos abiertos(4).  La vocación de la dirigencia actual de la Anep respecto a la democracia interna se retrata en la siguiente afirmación:  “La organización debe tener un solo y único liderazgo (…) reflejado en una sola autoridad (…) expresado en lo que hemos de llamar “albinismo”; es decir, la confianza en que se le tenga al pensamiento y a las acciones de este servidor para conducir a la organización hacia nuevos senderos en estos difíciles tiempos” (Declaración de Albino Vargas llamando la constitución de la corriente “Estudio y Trabajo”, citada por la Tendencia Rescate en: http://anep.or.cr/article/sobre-el-proyecto-el-titi/#sthash.3YCG0a88.dpuf). 
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Por eso no es raro que las “purgas” de los que no son considerados “anepistas de corazón” se ejecuten y se celebren como logros del sindicato y que la organización de grupos de oposición se entienda como la agresión de “un cuerpo extraño, infeccioso”  (Tendencia Trabajo-Anep: Ante el proceso electoral de la ANEP: Caracterización general del enemigo; 1º de julio del 2013; En:  https://www.facebook.com/tendencia.trabajoanep?hc_location=timeline).
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Y ya no pudimos, en este corto espacio, hablar del Sindicalismo Ciudadano hacia afuera.  Será en la próxima vez.
Heredia, 6 de setiembre del 2013

NOTAS:
(1)     Valga decir, en honor a una discusión que pretende ser completamente honesta, que “hechos” así no más, “puros”, no existen.  Lo que sí  hay son interpretaciones de hechos.  Por eso es que, como decía Sor Juana Inés de la Cruz: “Todo el mundo es opiniones/ de pareceres tan varios,/ que lo que el uno que es negro,/ el otro prueba que es blanco (…)Para todo se halla prueba/ y razón en que fundarlo; /y no hay razón para nada, de haber razón para tanto.”
(2)    Al menos así fue durante unos 20 años, hasta que en el 2011, contra viento y marea albinista, se logró por fin inscribir un grupo opositor denominado “Tendencia Rescate-Anep”, que en total desigualdad, participó en las elecciones de junta directiva obteniendo unos 1400 votos contra unos 1800 de la Tendencia de los “anepistas de corazón”.
(3)    El término “sororidad” es una composición fabricada por el feminismo sobre la base la partícula latina “sor”, que significa “hermana”.  “Así de La palabra sororidad se deriva de la hermandad entre mujeres, el percibirse como iguales que pueden aliarse, compartir y, sobre todo, cambiar su realidad debido a que todas, de diversas maneras, hemos experimentado la opresión (…) “amistad entre mujeres diferentes y pares, cómplices que se proponen trabajar, crear y convencer, que se encuentran y reconocen en el feminismo, para vivir la vida con un sentido profundamente libertario” (…) “En resumidas cuentas, la sororidad se traduce en hermandad, confianza, fidelidad, apoyo y reconocimiento entre mujeres para construir un mundo diferente; percatarse que desde tiempos antiguos hay mujeres que trabajan para lograr relaciones sociales favorables para ellas y para nosotras, recordando siempre que todas somos diversas y diferentes.” (En: http://mar-mardeideas.blogspot.com/2011/07/sororidad-la-nueva-cultura-de-hermandad.html)

(4)    Y ni que decir de organizaciones tan grandes como la APSE, la ANDE y el SEC en las que la elección de la junta directiva es altamente competitiva y por tanto la dirigencia, aunque se perpetúe, está expuesta permanente a la crítica y a la necesidad de rendir cuentas para continuar al frente de la organización.  Y hay que agregar que en la APSE y la ANDE normas estatutarias impiden la reelección indefinida. Desconozco, en éste último sentido, el caso de la APSE.