Lunes de luna
Edición no apta
para gente de derecha o que no mantenga la concentración más allá de un corto
párrafo
Los hijos del Estado Benefactor
ó de cómo se quiere imitar el torcido caminar del
cangrejo
Franco Benavides

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Esta historia, la que vamos a contar, es para
los nacidos de los años ochentas del siglo pasado en adelante (¿ó para atrás?
¡La verdad no sé!). Es la historia de sus
papás o sus abuelos, la historia de los Hijos
del Estado Benefactor.
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Es la historia de los que conocimos a los
lecheros de a caballo y latón con leche sin pasteurización ni ninguna vara de
esas. La de los que conocimos a las tortilleras y las moliendas de maíz (porque
aunque ustedes no lo crean las tortillas no siempre han venido del Super y
envueltas en coquetos empaques de plástico).
La de los que nos vestimos con los sastres y las costureras de “hechura
a la medida” y nos calzamos zapatos de los zapateros de verdad, de esos que
sabían desde alistar el cuero y cortarlo, pasando por montarlo en hormas, hasta
teñirlo y convertirlos en cachos a la
medida y gusto del cliente.
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Y, digámoslo de una vez, no es la Historia de Heidi y su empalagoso Copo de Nieve. No es que todo fuera más
lindo que ahora. Baste decir que sus
papás estrenaron la moda de no andar descalzos entre semana y la mayoría supo en carne propia lo que eran las paperas,
el sarampión y la tosferina y algunos hasta la poliomielitis. Los cincuentones
y sesentones de ahora, sus papás o abuelos, jugaban fútbol en las calles de
tierra porque muy de vez en cuando
pasaba un carro y todavía eran más comunes las carretas jaladas por esos toros
capados que se llaman bueyes. Y conste
que la bola no era como las que patea ahora el tal Messi; no, no, era una de
segunda, tirada en el basurero de algún rico (porque ricos si había) o una
pelota de papel periódico apretujada y envuelta en un pedazo de gangoche (la
tela de los sacos en que se almacenaba el café).
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Baste decir, para que vean que las cosas no
estaban tan bien como dicen algunos, que apenas
unos años antes hasta hubo una guerra –que ahora dicen que fue por un
“fraude electoral” (no le prestamos mucho oído a esa versión porque de todas maneras
los fraudes eran la moda por aquellos tiempos).
La guerra esa, llamada “Revolución del 48”, no fue tanto como eso, como
una “revolución”, pero culminó un conjunto de cambios muy importantes en la
vida del costarricense: por esa época se
creó la CCSS, la Universidad de Costa Rica, se emitió el Código de Trabajo, se
abolió el ejército y se nacionalizaron los depósitos bancarios y la
electricidad. Cómo quien dice, se empezó
a “domesticar” la Bestia del Capitalismo Liberal-Cafetalero, se empezó a construir,
no sin fuertes luchas sociales y horrorosos “vicios”, entre los que el
“clientelismo político” y la corrupción requieren mención destacada, se empezó
a construir, digo, el famoso “Estado Benefactor”. Ese Estado que –esta es la versión idílica
pero inexistente que cantaban los patriarcas liberacionistas- se creó para
darle “un jalón de orejas” al capitalismo desbocado y para repartir con más
justicia la riqueza creada principalmente por la empresa privada pero bajo el
ala protectora del Estado y hasta con su intervención directa: electricidad,
telefonía, muelles, carreteras, acueductos, trenes, bancos, escuelas, hospitales,
universidades, todas al servicio del “Desarrollo Nacional” (aunque aquí hay que
decir que se colaron bajo el “ala protectora” las Multinacionales, incluyendo
las compañías bananeras gringas).
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[Casi todo el país era campo. La ciudad era unas pocas cuadras; el resto
era cafetal. La televisión era tan rara que nada raro era ver a un grupo de
carajillos haciendo molote alrededor de la ventana de la casa de Don Platudo,
para ver los muñecos esos que se mueven y que ahora se conocen como dibujos
animados. La mayoría de las casas se
alumbraban con candela, se cocinaba con
carbón y se lavaba en batea. La
mayoría de las casas eran de adobe (si, barro con paja)..., ¡Ah!, y hasta se
creí en el mito de la virginidad!].
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Bueno, pero aunque no creamos en las Fábulas
del Bienestar General; lo cierto es que aquí, en nuestro país, como en el resto
del Mundo llamado Occidental, Cristiano y Democrático (aunque esos
calificativos no son necesariamente territoriales, religiosos o políticamente
ciertos), el Capitalismo sufrió una Reforma Social que si no lo domesticó como
a un perrito faldero, lo hizo un poco más soportable y hasta agradable para un
poco más de gente: la “clase media” se abultó y hasta se pringó del progreso a
algunos sectores obreros y campesinos.
El “ascenso social” por medio del estudio fue el sueño “americano” de
los que no somos “americanos de verdad”. Y no era un sueño descabellado; muchas familias pasaron de una clase a otra
gracias a la universidad pública y gratuita(1)
(que no se les olvide esto a algunos “Tecnócratas” que empezaron sus estudios
en la UCR y los terminaron en Harvard y que aún hoy en día viven a costillas
del Estado, directamente, como ministros o gerentes de algo, o como consultores
o concesionarios de cualquier mierda: son los clientes políticos permanentes de
esa “élite” que no es una verdadera burguesía, sino una especie de parásito
político, una especie de cuadrilla de peones al servicio de los intereses estadounidenses)(2).
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Pero que el Capitalismo realmente no estaba
domesticado nos lo vino a confirmar el finado Papa Juan Pablo II. “Capitalismo Salvaje” le llamó a eso que está
procurando ocupar el lugar del Estado Benefactor y al que correspondía, como dicen los abogados, contrario censo, algo así como un “Capitalismo Civilizado”. A este capitalismo que quiere ganancias,
claro, pero que siempre reserva un pedacito del pastel para la mayoría, el
políticamente correcto conforme a la correlación de fuerzas nacionales e
internacionales, especialmente para la clase
media que es la que tiene más galillo para hacerse oír, al Civilizado lo
sustituye el Salvaje, de gusto desbocado por la maximización de la ganancia. Y lo que el Civilizado había guardado del
ansía mercantil (agua, educación, vivienda popular, electricidad, salud, carreteras,
muelles, etc.), el Salvaje lo reclama para su voracidad con una furia que da
miedo.
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Y con esto volvemos al perro que quedó
mordiéndose el rabo: cuando creíamos que ya el capitalismo liberal al que
correspondía un Estado principalmente encargado del “orden” (del orden social,
que no del orden económico, que éste lo regula la “mano invisible” del mercado),
es decir, de mantener a raya a los que no viven de la ganancia o sus
sub-productos (entre los que destaca el chorizo estatal a la tica), cuando
creíamos digo, que ya lo del salvajismo del Siglo XIX estaba superado, ¡zas!,
se viene el Capitalismo Neo-liberal. Los poderosos ven la Reforma Social de los
años cuarenta y cincuenta del siglo pasado y les parece mal. Entonces emprenden
una reforma de la reforma, que en buen sentido es realmente una Contra-Reforma.
Y aquí es donde estamos, en el momento
en que el perro está a punto de morderse el rabo: privatizar, desregular y
eliminar el gasto público social: la
Santísima Receta Trinitaria de los Sumos Pontífices del Credo Neoliberal. ¿Casas
baratas (INVU); precios de sustentación para la producción de alimentos (CNP);
créditos regulados por el Estado (Depósitos bancarios nacionalizados), agua
(AyA), electricidad y telecomunicaciones(ICE) a precios no mercantilizados,
pólizas de riesgos del trabajo de carácter social (INS), salud y pensiones
solidarias (CCSS)… ¡no, no! Esas son trabas para el libre mercado. ¡A la
mierda “el salario social”(3)!
¡Que cada cual se la juegue a como pueda!
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Están arriendo la bandera de la Solidaridad
para poner a ondear la de la Competencia, bajo los pujantes vientos del “libre
mercado” internacional. Aunque realmente no hay tal competencia, porque no es
cierto que exista eso que llaman libre mercado(4).
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Entonces, ¿vamos dando la vuelta al círculo vicioso de la Historia? ¿O será
que “la historia la hacen los hombres y
las mujeres” (versión de una sentencia de don Engels, con malicia de género)
y por eso (esto no es de ese señor) no es ni recta ni curva, sino como le salga
al maestro de obra? ¿O será una espiral ascendente, dialécticamente
progresiva? ¿Y si Marx no estaba tan
perdido en su sueño(5)? ¿Y si es posible
construir algo distinto a una sociedad en que la ganancia esté por encima del
bienestar humano?
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Lo que es indudable es que no tenemos porqué
quedarnos de brazos cruzados viendo como desmantelan ante nuestros ojos lo que
se había avanzado desde 1942 hasta 1980.
Al menos tenemos que resistir la Contra-Reforma Social(6)
que dirigen los partidos y gobiernos de las últimas
décadas.
Notas:
(1)
Mi familia, por ejemplo, era
una típica familia de mediados del siglo pasado: 10 hijos; un padre sastre y
una madre ama de casa. Nos vacunaron y
nos curaron en la Unidad Médica, de manera gratuita y sin estar asegurados. Adquirimos una casa proveída por el INVU,
con el pago mensual fijo durante 30 años de 90 colones. Estudiamos en las escuelas, colegios y
universidades públicas.
(2) Este caracterización de nuestra “clase
dominante” se la he escuchado poco más o
menos así de cruda, a algunos académicos muy respetables de la UCR, de manera
que no crean que es hija de un criticismo exagerado. La tesis sociológica es más o menos
esta: en nuestro país en lugar de una
burguesía clásica, al estilo inglés o gringo, lo que se tiene es una sub-especie,
no desarrollada, parasitaria, sin verdadera vocación empresarial y enteramente
dependiente de los intereses de las Multinacionales. Los escándalos de las contrataciones y compras de
la CCSS, Crucitas, la Trocha Fronteriza
y la carretera San José-San Ramón, son expresión de esa a tesis de la
“élite-parasitaria”.
(3)
Así le han llamado algunos
estudiosos a los efectos redistributivos de la riqueza que, real o
ilusoriamente, procuraba el Estado Benefactor y el Capitalismo Civilizado.
(4)
Así le han llamado algunos
estudiosos a los efectos redistributivos de la riqueza que, real o
ilusoriamente, procuraba el Estado Benefactor y el Capitalismo Civilizado.
(5) En lo de las concesiones de obra pública es
donde mejor se ve que hasta la “mano invisible del mercado” está embarrada de
sobornos y se mueve no por las fuerzas de la “oferta y la demanda”, sino por el
poder oligopólico convertido en tráfico
de influencias privadas y públicas, que tiene su epicentro en las grandes Multinacionales. Para confirmar que estás no son jetonadas sin
fundamento, basta que lean a algunos economistas como Joseph Stigliz, que para nada son comunistas y hasta
aparecen regularmente en las páginas de opinión de “La Nación”.
(6) Este concepto no solo resume sino que explica
lo que está sucediendo en nuestro país y en parte del mundo desde mediados de
los años ochentas. Y, ¡sí!, lo confieso
con vergüenza, lo usan sobretodo estudiosos que renquean y escriben con la
izquierda.
Excelente Franco.
ResponderEliminarjf