jueves, 5 de noviembre de 2015

EL Movimiento Sindical en la estrategia del cambio social

Con el ánimo de contribuir a diseñar una política sindical del Frente Amplio
El Movimiento Sindical en la estrategia del Cambio Social

Comisión Sindical del Frente Amplio

Estimados (as) compañeros (as):

En primer lugar agradezco la invitación que me hicieron para exponer mi punto de vista sobre el Movimiento Sindical costarricense.  El que el FA haya constituido una comisión especial es indicativo de que dentro del partido algunos creen importante tener una política sobre esa materia. 

La deformación del Movimiento Sindical costarricense.

1.- Quién puede negar que existe un profundo abismo entre los trabajadores del sector público y los del sector privado en lo que a condiciones de trabajo se refiere.  Que los primeros ganan hasta tres veces más que los segundos, es decir mucho.  Y ese abismo es producto, en parte, a la capacidad de organización sindical que han tenido los empleados públicos.  En parte, porque no se puede obviar que el mundo del sector público es producto no solo de la capacidad reinvicativa de los sindicatos, sino del “pacto” político que condujo a la creación de lo que se ha denominado Estado Benefactor.   Que las condiciones –llamémosle como ahora está de moda llamarles- “privilegiadas” de los empleados públicos son parte del “botín” político del bipartidismo no puede dudarse.  Incluso el crecimiento absolutamente desigual del sindicalismo entre el sector privado y público (éste último con hasta el 50% de afiliados en algunos momentos), se explica en parte por esa “política” flexible del Bipartidismo hacia los sindicatos de los empleados públicos. 

2.- En cambio, la masacre del Movimiento Sindical Bananero orquestada en la década de 1980 por los partidos y el Estado, con el incondicional apoyo de esa herramienta anti-sindical que es el Movimiento Solidarista; la ferocidad de los empresarios ante cualquier conato de sindicato que dio origen a la costumbre de algunos obreros de solicitar el carné de afiliado para que, dejándolo como por descuido en su mesa de trabajo, su patrono los despidiera con pago de prestaciones; en fin,  la profunda, prolongada y despiadada campaña antisindical con que se bombardea a los trabajadores presentando a los sindicalistas como poco menos que organizaciones para delinquir, explica que en el sector privado la afiliación sindical no supere el 3% de la población ocupada.  

3.- Así nuestro Movimiento Sindical sufrió una deformación en su composición.  El único Sindicalismo del sector privado, el otra hora poderoso Sindicalismo Bananero, fue aniquilado y en cambio entre los empleados públicos se afianzó en las décadas del 70 y 80 del siglo pasado y a partir del 90 y hasta nuestros días, ha logrado sobrevivir con relativa fuerza, pero con tendencia a la disminución (tanto en afiliación como en su capacidad reivindicativa y de movilización).  El Sindicalismo del Sector Privado, al contrario del de  otros países centroamericanos, se transformó en un pequeño apéndice comparado con su “hermano” mayor, el del aparato estatal.  Y cuando se dice apéndice es porque el conato de sindicalismo del sector privado, mal sobrevive a la sombra de Confederaciones que son en realidad organizaciones de empleados del sector público.  Esto tiene una expresión práctica un tanto tragicómica:  en el Consejo Nacional de Salarios, los representantes de los trabajadores son casi mayoritariamente, sino en su totalidad, empleados públicos o dirigentes profesionales que provienen de este sector.  Empleados públicos negociando los salarios de los trabajadores de la empresa privada: ¡A ese nivel llegamos! 

La piñata de derechos laborales.

4.- Decir ahora, sin considerar el proceso histórico en que se originó, que los Sindicatos del Sector Público defienden privilegios, que los derechos conseguidos en las convenciones colectivas son un afronta contra el 85% de la fuerza de trabajo que a duras penas se atiene al “piso” que constituye el Código de Trabajo; decir simplemente que las conquistas de años (algunas ciertamente concedidas como parte del clientelismo político del bipartidismo de la época de oro del Estado Benefector) son un privilegio indefendible, es propio de partidos como el PLN, el PUSC, el ML e incluso del PAC[1].  

5.- Pero, entonces, ¿debería el FA defender las Convenciones Colectivas, incluyendo las llamadas “cláusulas abusivas”?  ¿Se puede defender que un 15% de los asalariados ganen hasta tres veces más que sus homólogos de la empresa privada[2]; que reciban como licencia por enfermedad el 80% y hasta el 100% de su salario mientras el 85% recibe apenas el 60%; se puede defender que ese 15% reciba becas para el estudio de sus hijos, incentivos salariales por no llegar tarde, bonos por matrimonio o muerte, etc.; que algunos regímenes de pensiones paguen hasta un 100% del salario y sigan creciendo como sí el beneficiario estuviera activo?  La cuestión no es tan simple y es claro que, seguramente, el 90% de los costarricenses verían con buenos ojos que les quiten esos “privilegios” a los empleados públicos y el partido que los “defienda” se va a ganar, al menos, una chiflada popular.

6.- Lo primero que se debería plantear ante la opinión pública es que las diferencias entre los derechos laborales de unos y otros, no obedecen a una acción delictiva, digamos a meter las manos en el bolsillo del Estado y servirse un jugoso salario.  Esas diferencias son, en primer lugar, el producto del derecho a la negociación colectiva que ha sido reconocido como un derecho humano.  En segundo lugar, lo son como producto de una cultura y un modelo de “desarrollo” que procura atraer inversión extranjera con el coqueteo  de lucir una mano de obra barata y entregada a la total desorganización, gracias al enorme muro ideológico que han construido y,  cuando este falla (porque el conflicto entre trabajo y capital siempre brota de manera natural), recurriendo al terrorismo patronal ante cualquier intento de sindicalización.  

Neoliberalismo, contra-reforma y acción sindical. El conflicto entre el trabajo y el capital es esencial para definir la política económica de un partido del pueblo.

7.- El principal rasgo de la fase histórica que vivimos –que define el contexto en el que se desarrolla o sobrevive el MS- es el entronizamiento del capitalismo neoliberal sobre cualquier alternativa socialista o al menos socialdemócrata; la Contra-Reforma Social, Económica y Política que lo caracteriza y al mismo tiempo, el fracaso de esta forma de capitalismo, expresada  en profundas crisis económicas que profundizan la desigualdad y la exclusión sociales, son el marco de la lucha social.

8.- El capitalismo neoliberal necesita un estado neoliberal.  Desmontar las instituciones del Aparato Estatal privatizándolas de manera directa, cambiando su contenido económico (como en el caso del sistema bancario nacional y de los seguros), rompiendo el monopolio estatal (depósitos bancarios, telefonía, electricidad, seguros y muelles, por ejemplo)  o “concesionando” la obra pública (Riteve, Ruta 27, Refinería, etc.) es parte de la agenda neoliberal para transformar el Estado costarricense.  Y el Movimiento Sindical del sector público ha sido un enorme estorbo para el desarrollo de esa agenda. 

9.- El Combo del ICE y la lucha contra el TLC son los principales hitos populares en los que se expresado la resistencia al cambio del Modelo Estatal. En el centro de esa resistencia popular ha estado el MS del sector público.  Uno se puede atrever a afirmar que sin el acicate del MS el Combo del Ice y la lucha contra el TLC no hubiera tenida las dimensiones que tuvo.  El MS puso no solo una gran parte de sus recursos económicos para financiar la lucha, sino de su acervo organizativo.  En este sentido, con todo y sus profundos defectos y deformaciones, el MS del sector público ha tenido un papel protagónico en la lucha por frenar la Contra-Reforma.  Que ese MS esté defendiendo sus “privilegios” y no tanto un Modelo de Estado Social, es una cuestión que se puede discutir y encontrar ejemplos de fuertes ánimos gremialistas al lado de acciones políticas profundamente solidarias[3].  En todo caso, sea cual sea el motivo (gremialismo o compromiso político-social), lo cierto es que la movilización del MS ha retrasado la ejecución de la agenda neoliberal y ha contribuido a crear esa crisis económico-política que los grupos detentadores del poder caracterizan como “ingobernabilidad”, es decir, la incapacidad de la clase dominante para llevar adelante y sin retrasos, la transformación neoliberal del sistema económico y político costarricense.

La relación entre el partido y el sindicato: la eterna discusión nunca resuelta.

10.- En la discusión de la Comisión Sindical del FA se nota la preocupación por la forma y el contenido de las relaciones entre el Partido y el Sindicato.  ¿Se cometerán los mismos errores de antaño en que los sindicatos eran “correas de transmisión” del partido?  ¿Es la autonomía sindical de tal grado que los lineamientos del Partido no pueden llevarse al Sindicato? 

11.- Lo que es cierto es que partido y sindicato han coexistido desde el origen de ambos (por supuesto al partido de los trabajadores nos referimos) y su relación ha asumido diferentes modalidades en distintas épocas y latitudes.  No creo que la modalidad de relación se deba definir de antemano de manera “teórica”.  Es más bien un asunto práctico.  Que los sindicatos sean “correas de transmisión” del o de los partidos populares no pareciera ser el problema fundamental, sino el del contenido de la “transmisión” y la forma que adopte.   Claro, sí hay principios básicos que se deben respetar: la democracia sindical es el principal y el carácter necesariamente pluralista, es otro.  No se trata de que el Partido tome la dirección del Sindicato y dicte la línea partidaria desde ahí.  No se puedo dejar de recordar la discusión que sostenía Lenin sobre el tema de la autonomía sindical y de cómo planteaba que la influencia del Partido sobre los sindicatos solo es eficaz cuando se da a través de la formación y el convencimiento de los cuadros dirigentes y de sus afiliados.  En todo caso, algo que no se puede olvidar, además del principio democrático y pluralista, es de que el Sindicato por su naturaleza siempre tendrá una motivación reivindicativa (Marx decía que la lucha sindical lo que perseguía era vender la fuerza de trabajo al mejor precio posible).  Esto es: el Partido nunca puede olvidar que el Sindicato es una herramienta para mejorar las condiciones concretas de trabajo y que por eso la dirigencia partidaria dentro del sindicato no puede “sacrificar” la vertiente reinvindicativa a un proyecto político de largo plazo.  Aunque, y aquí cito nuevamente a los clásicos y me siento como cuando, en el claustro monacal de mi partido, recitaba de memoria a “los maestros”:  “El sindicato es una escuela de comunismo”.  Es decir, el espacio de las luchas concretas por los derechos laborales es idóneo para que los trabajadores accedan a la conciencia política (aunque no sea comunista, ¡qué carajo!).

12.- Pero claro, lo dicho arriba vale para un partido fuertemente arraigado al MS.  Este no es el caso del FA.  Tal vez porque el divorcio del Partido y el Sindicato que se consolidó en la década de los 90s. fue tan fuerte como lo era la fuerte ascendencia del “socialismo real” y del partido comunista sobre el MS. Tan fuerte que el vínculo entre Partido y Sindicato se convirtió para muchos dirigentes sindicales y del propio partido en un verdadero tabú.  No es raro entonces que, teniendo el FA tres diputados que cultivaron su liderazgo dentro del MS y muchos militantes que a su vez son militantes sindicalista, no exista una estrecha relación entre ambos movimientos populares.  En la actualidad (no creo que sea así necesariamente para toda la vida) la autonomía sindical es la moneda de curso obligatoria entre las relaciones de los partidos populares y los sindicatos.

La política sindical y la política de alianzas.

13.- Lo cierto es que el FA y el MS  son dos cosas distintas y separadas y, más aún, lo son con relaciones más o menos complicadas y distantes.  Pero el FA no puede ignorar que el movimiento social más fuerte en el país, con todas sus debilidades, es el MS.  No el que se pueda construir en el futuro (si es que puede haber futuro para un MS que no se apoye en los recursos y capacidad de movilización del que existe en la actualidad), sino el deformado[4] MS con que contamos ahora. 

14.- Y es que partir de la idea de que “todos los sindicatos son pardos” y por tanto hay que “crear un nuevo sindicalismo” a partir de cero (realmente no creo que nadie se esté planteando seriamente re-escribir la historia sindical en una “hoja en blanco”), es en el fondo una forma de contribuir a borrar del territorio nacional esa organización conflictiva y mala para el libre mercado, que es el sindicato.  Porque, y esta es la tesis que vienen sosteniendo algunos compañeros, especialmente los de la UNT, el desarrollo del sindicalismo en el sector privado -que debe ser parte esencial de la base social de cualquier partido que busque una alternativa al capitalismo o, por lo menos, un capitalismo “embridado”- solo se podrá construir con los recursos y la solidaridad del MS del sector público.   

15.- El FA debe entender que dos de las contradicciones sociales más importantes están vinculadas al sindicalismo, el existente y el necesario:  i) El MS del sector público está en el centro de la Contra-reforma Estatal y es el principal objetivo a derrotar para avanzar sin trabas en la construcción de un Estado Neoliberal.  Por otra parte, ii) el conflicto entre el trabajo y el capital, signa una gran parte de las relaciones económicas del país: el 72% de los trabajadores costarricenses son asalariados del sector privado.  A menos que se crea en una transformación de la estructura política y social sin afectar la esfera económica (y no estoy hablando de la expropiación de los capitalistas ni mucho menos), el conflicto trabajo-capital es esencial en la estrategia política de un partido popular.  Y dentro de esa estrategia el sindicato como sujeto político es clave. 

Los partidos de izquierda son los únicos que pueden y deben reivindicar el sindicalismo como una herramienta esencial de su programa de cambio social.


16.- ¿Qué puede hacer el FA ante un MS fraccionado,  disperso y además que está en el blanco de los torpedos de las clases dominantes?  Hacer énfasis en que mientras para el proyecto neoliberal “todos los sindicatos son pardos” y busca por tanto desaparecerlos o al menos apocarlos; para un proyecto político como el del FA, efectivamente todos los “sindicatos son pardos” en el sentido de que son, esencialmente un estorbo para el capitalismo salvaje, de que no hace ninguna distinción, entre sindicato blanco o rojo, como lo hacían en otros tiempos las clases dominantes; que la unidad en torno a un proyecto político para fortalecer el movimiento sindical en el sector privado es la clave para salvar de la destrucción al MS del sector público.  

17.- La alianza del FA con sectores del MS del sector público que coincidan o que lleguen a concertar un programa de cambios social, debería basarse en la transformación del Estado para retomar funciones que ahora se entregan en forma de privatizaciones o concesiones a la empresa privada y elevar el nivel de eficiencia en la prestación de los servicios, especialmente los de salud, educación y apoyo social[5].  Sin duda el tema del défìcit fiscal y las propuestas para resolverlo serán uno de los ejes de la transformación estatal y dentro de ella, los gastos en remuneraciones.  ¿Cómo resolver el problema de las brechas salariales al interior del propio Estado y entre los empleados de éste y del sector privado?  La negociación colectiva en lugar de ser un obstáculo para crear un régimen de empleo público más equitativo, debería ser una herramienta.  El nivel de afiliación sindical relativamente alto en el sector público podría permitir –superando los “caciquismos sindicales”- la negociación colectiva por sectores (educación, finanzas, empresas no financieras, etc.), logrando la firma de convenciones colectivas sectoriales y no por empresa.

18.- ¡Cómo!: ¿defender sin más al MS del sector público y sus “privilegios”?  No.  Plantear un proyecto político de cambio e inclusión social que pasa por desarrollar la organización sindical en el sector privado (sin abandonar otras esferas fundamentales como la lucha por la igualdad de género, la diversidad sexual, la lucha por la tierra, etc.) y por tranzar la moderación de las reivindicaciones del empleado público para elevar las de los del sector privado.  Defensa del Estado Social, lucha contra la privatización en todas sus modalidades, lucha por una reforma fiscal donde “los ricos paguen como ricos y los pobres como pobres”, no más a la flexibilización laboral de hecho (inclumplimiento de las normas de trabajo), impulso de la organización sindical (en primer lugar) en las grandes plantaciones y creación de condiciones para la organización sindical en la industria y las grandes empresas de servicios y comercio.
  

La agenda neoliberal anti-sindical y el proyecto de cambio social del FA.

19.-  Para el PAC el sindicalismo no puede pasar de ser un mal necesario y un aliado de oportunidad.  En cambio para el FA el MS debe ser un eje de su apoyo social.   El FA al contrario del resto de partidos de derecha y centro derecha, si puede reivindicar esa norma del Código de Trabajo que ha sido letra muerta, especialmente desde mediados de la década de 1980:  “Declarase de interés público la constitución legal de las organizaciones sociales, sean sindicatos, como uno de los medios más eficaces de contribuir al sostenimiento y desarrollo de la cultura popular y de la democracia costarricenses.” (artículo 332º).

20.- El necesario acercamiento del FA, sin obviar que el partido deberá orientar a sus militantes a formar parte activa del MS, no solo para sumarse, sino para coadyuvar en su necesaria reforma, debería tomar en cuenta la agenda nacional en curso que se vinculada de manera directa o indirecta con el MS del sector público:
-         La Ley de Empleo Público Proyecto No. 19431 (Movimiento Libertario).

-         La Reforma Procesal Laboral (que por cierto mantiene dividido al MS).

-         Las Convención Colectiva y la Denuncia y renegociación.  La negociación colectiva en el sector público.

-         La eficiencia del sector público: evaluación del desempeño y “productividad”.

-         Déficit Fiscal, Gasto Social y Reforma Tributaria no regresiva.

-         Las remuneraciones salariales: incentivos y pluses. 

Con el ánimo de polemizar de manera franca y constructiva.

Heredia,  8 de diciembre del 2014.


Franklin Benavides Flores
Sindicalista



[1] Hay que decir, además, que se “acusa” a los sindicatos de ser los gestores de todos las diferencias entre los derechos de los trabajadores del sector privado  y  público a través de la negociación colectiva.  Este mito se desintegra cuando se analizan las condiciones de trabajo de sectores donde no existen sindicatos (como es el caso de todos los entes reguladores: CGR, Procuraduría, SUGEN, SUTEL, ARESEP, SUGEP, etc.) o donde su influencia es muy débil, como en el caso del Poder Judicial, el Tribunal Supremo de Elecciones y la Defensoría de los Habitantes.  Hay que decir que en materia de salarios y otros incentivos, estas instituciones en donde no existen convenciones colectivas o sindicatos a los cuales culpar, son muy superiores a, digamos, las del Magisterio Nacional en que se ubican las organizaciones gremiales más grandes del país (ANDE, APSE Y SEC).  Los reajustes de salarios, el pago de cesantía y el monto de las pensiones en el Poder Judicial, por ejemplo, están muy lejos de los del Gobierno Central.
[2] Sobre las diferencias salariales entre el sector público y el sector privado hay que decir que ni son exactamente de tal magnitud para todos las categorías de puestos, ni se explican por la capacidad de los sindicatos para elevar las remuneraciones.  Solo para abonar un argumento a esa falsa simplificación de la desigualdad salarial:  en el sector público concentra más de un 60% de empleados con nivel profesional y técnico, mientras en el sector privado esas categorías no llegan ni al 15%.  Esto explica en parte la diferencia del salario promedio entre el sector privado y público, puesto que en éste último se concentran los empleados de mayor calificación.  Y cuando se estudia las diferencias salariales por categorías se tiene que las diferencias positivas para el sector público son menores cuando se trata de empleados de categorías más calificadas (profesionales) y esa diferencia a favor del empleado público tiende a aumentar conforme el la calificación es más baja;  lo que podría explicarse porque el salario promedio para los trabajadores no calificados del sector privado es tan bajo que no es racional dentro del esquema del empleo público.
[3] La huelga de Sintrajap, protagonizada entre octubre y noviembre del 2014, es una muestra de una huelga de carácter político, sin motivos gremialistas de fondo.  Una huelga en la que, en mi criterio, una pequeña organización sindical se impuso la tarea, demasiado pesada, de echarse al hombro la defensa del patrimonio nacional.  Los sindicatos de la CCSS encabezados por Undeca han venido protagonizando acciones y hasta huelgas, ciertamente con menos apoyo y efectos,  no por la defensa o ampliación de sus derechos laborales, sino en pro de la Caja y de la salud de los costarricenses. 
[4] Y decimos “deformado” no solo por la desproporción entre un conglomerado de asalariados muy pequeño (menos de un 15% de todos los trabajadores) que sin embargo representa más del 95% de todos los asalariados sindicalizados; sino por otros rasgos que lo “deforman”, como la gigantesca dispersión organizativa (decenas de sindicatos de todos los tamaños y profesiones; seis confederaciones y varios “bloques” para unificar-dividir a una afiliación sumamente reducida) y la prevalencia de conflictos inter-sindicales más arraigados en “cotos de caza” que en diferencias ideológico-políticas de fondo.
[5] Me atrevo a nombrar a las organizaciones sindicales que según mi criterio estarían dispuestas a impulsar un proyecto como el dicho: ANEP, FIT-ICE, UPINS, SINTRAJAP, ANDE, SEC, UNDECA, UNT, SITECO, SINDEU, SITUN Y CCTD.  Por su posición más radical es probable que la APSE y algunos sindicatos de la CGT no estén dispuestos a entrar en un proyecto que necesariamente tendría que hacer transacciones con los grupos dominantes. Debo agregar, para evitar suspicacias, que esta mención por nombres ni abarca a todos ni es necesariamente certera en valoración.s

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