sábado, 28 de diciembre de 2013

La carne es débil
ó, de por qué ganarse el cielo no es nada fácil 

Dice alguien que supuestamente conoce muy bien la naturaleza humana (Freud, el padre del psicoanálisis), que nada hay más contrario a esa naturaleza que el principio moral de “amar al prójimo como a sí mismo”.  ¡Tan placentero es ver el mal ajeno!, casi más que gozar un orgasmo propio.
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Tan así parece ser que todas las religiones debieron imponer duras condenas, reales o imaginarias, contra aquellos que se atreven a gozar a la libre de los males que padecen los demás.  De manera que reprimir el sadismo se ha convertido en señal de cortesía, de buenas costumbres sociales y en un necesario requisito para la salvación eterna.    
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 Si la regla de oro no fuera aquella que nos recomienda el Evangelio (Mateo 7:12) sino esta otra, casi que tendríamos garantizado el cielo:  “Siempre que tengáis oportunidad abusad del más débil;  de seguro éste no sabrá responderos”.
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Abstenerse del mal ajeno  -no ya amar al prójimo, que es prácticamente imposible-, es bien difícil.  Y lo es aún más para el que tiene alguna cuota de poder.  Es como tener un látigo  a punto y no estrellarlo contra las tiernas espaldas de nuestro ofensor.  Nada raro es entonces que nuestro jefe nos grite y humille: él es víctima de la debilidad humana y nosotros, que somos su piedra de tropiezo, deberíamos recibir su furia como el justo castigo por nuestros propios pecados (porque, cuántas veces en lo más íntimo de nuestro ser le hemos gritado también y hasta hemos deseado, no su muerte, porque desear eso es pecado y además es de mal gusto, pero sí que se enferme, por ejemplo, de hemorroides, herpes genital o de alguna enfermedad que lo haga padecer por largo tiempo).   
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Algunos sienten un placer inmenso en las honras fúnebres de sus conocidos y mientras ensayan el mejor pésame de todos, piensan para sí mismos:  “Se fue antes que yo; ¡Já!”.  A otros les encanta visitar a los enfermos y hacer cálculos mentales sobre el tiempo estimado de vida restante.
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Y cuando tienen la noticia de que un prójimo cayó de un caballo, casi que se indignan con el animal porque no le pateó.  Y cuando saben que alguien tenido por virtuoso cayó (en el sentido en que caen, por ejemplo, los ángeles), se regocijan más que por el descubrimiento de una eventual cura para el mal que padece su propia madre. 
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Claro, todo eso sucede en un lugar muy oscuro del ser de cada uno.  Tan oscuro que ninguna luz de la conciencia penetra esa densa penumbra que oculta nuestros más siniestros sentimientos.  Por eso nos escandalizamos cuando algún desquiciado deja escapar toda esa podredumbre que cubrimos tan cuidadosamente con gruesas capas de argamasa y cal, como con los sepulcros blanqueados del Evangelio (Mateo 23: 27-32).
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Sí, la carne es débil.  Por eso, antes de salir a la intemperie del mundo es aconsejable aplicarse un buen bloqueador moral.


San José, 19 de diciembre del 2011.    

viernes, 27 de diciembre de 2013

Patrimonio sexual de la humanidad
ó, de cómo la belleza física es un bien común

Nunca olvido que cuando llevaba un curso de microeconomía (del cual no recuerdo casi nada), leí a un autor que, parafraseando a David Smith, decía que la riqueza de una nación estaba compuesta por la suma de las riquezas individuales. La lógica esa me causó cierta conmoción: ¿entonces deberíamos sentirnos felices cuando uno de nuestros ricachones compra, por ejemplo, un costoso yate, porque eso aumenta la riqueza de nuestro país? Fuera del aula cualquiera se hubiera reído de semejante estupidez y sin embargo, ese era el libro de texto más utilizado en los cursos de economía.

Una de estas noches, como no tenía nada productivo que hacer, me senté frente a esa caja de luz que nos atrae como una lámpara a los abejones (eso lo dijo alguien que no recuerdo) y con control remoto en mano, brinqué de aquí para allá. Me cansé de buscar algo bueno y no tuve más remedio que ver las noticias de las siete. Luego de retratar abundantemente el último accidente de tránsito fatal, pasaron a una nota sobre un grandulón que al parecer es el galán de moda. A pesar de que debe estar cerca de los treinta, lo que hace es competir en jueguitos de niños, mostrando sus desarrollados músculos.

Las mujeres a las que entrevistaron coincidieron en que el tipo ese es muy lindo, sobre todo de la cintura para arriba. Los hombres también reconocieron la belleza física del mamulón, aunque no con tanto entusiasmo. Eso me asombró un poco porque los hombres casi nunca admitimos que otro del mismo sexo es atractivo. Entonces miré al espécimen en mención y tuve que reconocer, en mi fuero interior –por supuesto-, que era guapo (no sin sentir cierta masculina angustia)1.

Fue entonces cuando recordé al economista ése que quería convencernos de que no importaba la distribución de la riqueza para que una nación fuera rica o pobre. De repente apliqué la misma lógica para la belleza física. El que un maje concentre tal cantidad de belleza nos embellece a todos sus compatriotas.

De pronto hasta me sentí lindo y orgulloso de que el mamulón ése nos representara a todos los machos costarricenses. Deberíamos solicitarle a la UNESCO que declare a nuestro galán patrimonio sexual de la humanidad2.

Heredia, 25 de julio del 2012.

(1)   Dice Freud (aunque no he querido constatarlo) que todo ser humano tiene una conformación bisexual al integrar los modelos masculino y femenino en su personalidad, por ende, no es nada raro que podamos ver “linda” a una persona del mismo sexo (en realidad el padre del psicoanálisis dice algo más osado que no quiero repetir).
(2)    Desde su creación a la fecha, la UNESCO tan sólo ha declarado a tres personas patrimonio sexual de la humanidad: En 1951 entregó el premio póstumo a la emperatriz Cleopatra por el furor que causó entre los romanos; Raquel Welch recibió el galardón en 1974 por provocar más sueños eróticos que cualquier otra estrella de cine; y, en 1990, aunque por votación dividida, se le concedió el premio a Julio Iglesias por el enorme esfuerzo de haber tenido sexo con más de 2.500 personas (según él, todas del mismo sexo [ femenino]).


jueves, 26 de diciembre de 2013

Reflexiones frente a “los Toros”
ó de si realmente existe o no el libre albedrío

Diciembre sin “toros” es como una Navidad sin tamales.  Calenté unos tamales y me senté frente al tele.  Por alguna razón a los ticos nos atraen las corridas de toros, pero no a la usanza española, sino a nuestro modo.   Las corridas españolas tienen algo de tragedia clásica, son serias:  el ser humano desafía a la naturaleza y la subyuga a punta de espada (hay que ser claro: no se trata de una batalla de tú a tú entre el hombre y la bestia;  el hombrecito tiene de su lado a todo un equipo, incluyendo la complicidad ingenua de los caballos, que trabajan esmerada y mancomunadamente para poner al pobre animal a su entera disposición y, casi sin peligro, a merced de sus coquetos desplantes y su valerosa estocada final).
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Nuestra corrida en cambio, sin dejar de tener algo de tragedia (como ya veremos) es más una comedia; la música de cimarrona y los humoristas que más que narrar, hacen chistes bajo su pretexto, encajan perfectamente con ella.   Nuestra corrida más que un desafió a la naturaleza, es una burla de la misma.  Pero, y ahí está su esencia: en realidad la naturaleza, por intermedio del toro, nos sirve como instrumento para burlarnos de nosotros mismos. Claro, para la mayoría, para el público, que nos burlamos de nosotros mismos en la persona del prójimo improvisado.
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Por supuesto, ninguna de las dos versiones, ni la española ni la tica, es civilizada; si la civilización significara aquí desprecio a la violencia gratuita; lo cual parece ir en contra de la historia de las grandes civilizaciones.   
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Nosotros creemos que la corrida nuestra es más civilizada, porque, pensamos, es más equitativa: aunque la bestia (nos referimos al toro) es superada en número por los toreros, éstos son improvisados; es decir, no forman un equipo organizado frente al animal, y eso, sumado a la fuerza descomunal del toro, pone a los contrincantes casi en igualdad de condiciones:  fuerza versus cantidad. 
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Por otra parte, en la nuestra no se mata al toro; tan solo se lo aterroriza y maltrata durante un rato, luego del cual se le lleva de nuevo a su verde potrero para que olvide, aunque rumeándolos, sus traumas.  En la nuestra, corre más peligro el torero improvisado, que a fin de cuentas es el que sabe lo que está haciendo y por qué. 
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Y es que creemos, para apaciguar los eventuales remordimientos que nos debería provocar el goce de un espectáculo que muchas veces deja lesiones y hasta muerte -aunque sea de  personas improvisadas-, que éstas personas saben perfectamente lo que hacen.  Es decir, aplicamos para los toreros improvisados el  principio del libre albedrío. El toro, es otra cosa.  Por él sufrimos lo indecible porque es una criatura inocente, sin voluntad.  En cambio a “esos” nadie los manda a entrar a la plaza; ellos mismos se llevan de la mano de su estupidez.  
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La tesis del libre albedrío, sin duda, nos salva de acusarnos a nosotros mismos de crueldad contra la humanidad y en cambio, sin ser incoherentes, podemos juzgar a los que gustan de las corridas españolas como salvajes y sádicos.
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Y no es para agüevarnos, pero la verdad es que eso del libre albedrío no es como muy cierto.  Si la distribución natural o divina del equipo genético personal fuera equitativo – y que no lo es lo demuestran las obvias diferencias de inteligencia entre uno y otro ser humano, racionales o emocionales o de cualquier tipo que se quiera-, bastarían las desiguales condiciones sociales en que se desarrolla o sub-desarrolla cada persona, para entender que eso de que cada una “labra su porvenir” es un tanto fantasioso.  Con sólo imaginar a niños nacidos en la miseria ya podemos adivinar que a los 30 o 40 años serán padres (no muy felices) de otros niños igualmente miserables. 
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 Pero la fantasía del libre albedrío no es un patrimonio nacional.  Se ha extendido como creencia popular por casi todo occidente desde hace siglos y ha sido objeto de reflexión.  Un filósofo dice lo siguiente sobre este mito: “Los hombres se imaginan ser libres porque son conscientes de sus voliciones y deseos, mientras que ignoran las causas que los determinan a querer y desear” (Espinoza; La Etica).
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Por mi parte, no voy a ocultar que siento cierto gozo al atisbar el eventual dolor ajeno (la cornada posible); pero me consuela saber que en realidad no es porque yo sea malo:  “Realmente, mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco” (Romanos 7:15).
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Moraleja:  En todo caso, por debilidad o por simple maldad, este año, para Navidad, no dejaré de ver los “toros” (si la muerte no decide cornear a mi  engreído libre albedrío). 

Heredia, 9 de enero del 2012

lunes, 16 de diciembre de 2013

Matonismo laboral III
ó, de cómo algunas personas nunca deberían llegar a ser jefes.

Franco Benavides

Ya no ocultaremos más que las groserías laborales que hemos venido describiendo en las columnas anteriores y que hemos titulado “matonismo laboral”, se están dando dentro de nuestro sacrosanto Ministerio de Trabajo.  Las cosas están llegando a un punto insoportable para los sufridos “colaboradores” de la susodicha jefatura.
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Uno podría pensar que en la emoción de verse nombrada en un puesto de poder –aunque no haya sido por méritos propios, sino por su pura cercanía a la Autoridad-, esa persona se entusiasmara con su pequeña cuota de mando y que, así borracha, con ese elixir que nubla el entendimiento de casi todos los seres humanos, cometiera unos cuantos abusos en su novel ejercicio del poder.
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Pero si esa persona tiene antecedentes, es decir, si es algo así como una hostigadora laboral consuetudinaria, entonces ya no se puede explicar sus exabruptos por la inexperiencia o por la embriaguez repentina de poder.  Es que, siguiendo el símil, esa persona es una tomadora compulsiva y se embriaga de continuó con solo olfatear su copita de poder.
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 Vamos a describir cuatro hechos protagonizados por la novel jefatura.  Pero debemos aclarar que esos son apenas los más sobresalientes de una infinidad de otros que van desde dispensar el saludo mañanero a la discreción de su humor cambiante, hasta los que se verán a continuación.
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 Primer Exabrupto:   Irrumpe en la Oficina del desprevenido y asustadizo Secretario General de la Afumitra para “reclamarle” por el reclamo de ese Sindicato relativo a los nombramientos a dedo y dejando de lado la Carrera Administrativa.  Amenaza con demostrar que a pesar de que se le trata como si fuera una persona “tonta” (nunca se dijo cosa semejante), es “bien capaz” (ya estamos viendo de qué).    
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Segundo Exabrupto: Reúne a sus subalternos y de repente y, sin que venga al caso,  los increpa sobre un supuesto rumor que corre sobre las llegadas tardías de la jefatura (ese ya fue comentado en anterior columna, de manera que no abundamos más en este hecho).
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Tercer Exabrupto, con tintes de legalidad:  Ordena abrir una procedimiento administrativo disciplinario –con todo y órgano director- por una supuesta falta que no ameritaba más que una simple llamada de atención.  La Afumtira que intervino en defensa de la persona que se pretendía sancionar, pensó desde el mismo inicio que eso era una verdadera pérdida de tiempo y un desatino de la jefatura porque, en lugar de entender las razones del “conflicto” laboral, trató, como lo manda su naturaleza autoritaria, de lucir una vez más su poder.  De lo que se trataba, en el fondo, es de que en la oficina dónde sucedieron esos hechos se utiliza a algunos inspectores cómo choferes y por supuesto, esto acarrea inconvenientes tanto para ellos –pues no tienen porque “choferear” para otros inspectores-, como para los otros inspectores que requieren de los servicios de un chofer que no atrase las “giras” porque debe atender  las consultas de los usuarios.  Que un inspector se saliera de sus casillas cansado de esperar a otro para que “le hiciera el favor de choferearle”, induce a pensar de inmediato –claro, para el que busca la solución administrativa de la causa del problema y no busca hacer alarde de su autoridad-, induce a pensar, decimos, en que se están generando roces entre el personal por la falta de personal de apoyo (choferes)1.
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Cuarto exabrupto (por mucho, el más escandaloso):  Haciendo una de esas visitas para advertirles a los patronos que deben pagar el aguinaldo (cuestión esta que desvía totalmente de sus labor sustantivas a los inspectores y que bien puede suplicarse con una buena campaña publicitaria), el Ministro de Trabajo, la jefatura  y un grupo de inspectores se encontraron con que los establecimientos en que entraban para hacer la tan importante “advertencia”, ya habían sido visitados por algún inspector.  La jefatura, en lugar de simplemente re-localizar las visitas en otro lugar no inspeccionado, decidió hacer otro desplante de su recién estrenado poder:  ordenó al chofer que fuera de inmediato a la oficina a traer al inspector que había cometido el delito de visitar el área destinada a la visita ritual del Ministro de Trabajo.  El inspector fue desprendido abruptamente de su labor y llevado ante el pelotón de fusilamiento (porque ya en ese momento la cosa se había transformado en una especie de Corte Marcial).
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Continúa el exabrupto cuarto:  El criminal llegó (nos referimos al inspector que osó visitar los establecimientos “apartados” para el Ministro) y ahí mismo, en media calle, delante de sus propios compañeros y del público transeúnte, fue amonestado por incumplir una orden expresa con la evidente intención de dejar en mal al señor Ministro.  Esta nueva modalidad de sanción, la podríamos denominar “express”, porque implica arrebatar al subalterno de cualquier lugar dónde se encuentre, para llevarlo ipso facto ante su “superior” y, sin que medie ningún burocrático debido proceso ni nada de esas tonteras ya pasadas de moda, exponerlo a una especie de linchamiento, ante sus iguales y el mismísimo Ministro, sin dejar por fuera a uno que otro curioso que, admirado, aprendía cómo se le hacen los llamados de atención a los funcionarios del Ministerio de Trabajo, así, con toda discreción y respeto a la dignidad de la persona, en media calle y a voz en cuello2.
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Esto es lo más destacado en el corto tiempo que lleva esa persona a cargo de una jefatura de la Inspección de Trabajo.  Sí, de la INSPECCION DE TRABAJO, de la misma que debe tutelar el cumplimiento de los derechos laborales, incluyendo el del respeto a la persona del trabajador.
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Se podría decir que no es para tanto.  Pero para nosotros es mucho más que suficiente como para opinar que esa persona sencillamente no debería ocupar un puesto de jefatura.  Y nos atrevemos a apostar que en poco tiempo el personal a su cargo se hartará de sus bravuconadas y entonces estaremos redactando unas cuantas denuncias por maltrato y, sí cabe –que a cómo va, va a caber-, una denuncia por hostigamiento laboral.
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¡Qué Dios y la Virgencita de los Angeles la iluminen para que se redima de sus pecados laborales!  Todos podemos cambiar, solo hace falta reconocer nuestros pecados y arrepentirnos sinceramente. Amén.
Heredia, 16 de diciembre del 2013.

(1) De paso:  el procedimiento disciplinario se cayó porque estaba plagado de errores.  La Resolución inicial fue declarada, a petición de la Afumitra, como “absolutamente nula” y sencillamente la supuesta falta prescribió.  Pero el problema que generó los roces   (el uso de inspectores como choferes) persiste; y al parecer en eso si que no utiliza su grandísimo poder la jefatura aquí criticada. 
(2) ADVERTENCIA: Esta nota no debe ser leída por personas sensibles a las palabras soeces:  Testigos presenciales nos contaron lo siguiente:  Primero: Cuando la jefatura salió del establecimiento comercial que había sido inspeccionado anteriormente, frustrando la visita protocolaria del Ministro, empezó a vociferar "e se hijueputa me las va a pagar" (refiriéndose al inspector y por más que le advirtieron que ahí estaban periodistas, continuo con "ese hijueputa me las va a pagar". Y agregaba: "Yo no soy como otros jefes, ese hijueputa va a ver qué clase de jefe soy".  Segundo:  cuando fue presentado ante su enaltecida y fina autoridad y, antes de dirigir su enfurecida atención hacia el inspector que -haciendo su labor- le había aguado la visita al Ministro, la dirigió, su furia queremos decir, hacia una inspectora que, sin tener vela en el entierro, venía en el vehículo acompañando al que si tenía vela:  "Y usted que está haciendo aquí.  Se me va de inmediato para allá". Tercero:  Luego de dejar al inspector como un palo en gallinero, y sin dejar de vociferar, mandó a todo el mundo, de la manera más grosera que pudo encontrar, a que hicieran su trabajo.  "Se me van todos para el toldo" -ordenó su majestad a los súbditos de la inspección. Este "cuadro", lo repetimos, fue en medio media calle, en el pleno centro de Cartago.   

domingo, 1 de diciembre de 2013

Lunes de luna
El espantajo del anti-comunismo
ó del terrible medio a perder los privilegios

Franco Benavides


Entré a la discusión de buena fé, cuando Villalta se empezó a convirtir en una verdadera opción y un coro de facebookistas se dedicó a examinar al microscopio cualquier declaración que daba aquel, con el fin de declararlo “comunista” por el vía del “chavismo”.  Es decir, entré tratando de intercambiar argumentos para esclarecer desde distintos puntos de vista lo que realmente representa el Frente Amplio (FA) como opción política.  Con seriedad y tratando de dejar de lado los prejuicios.
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Lo de “en primera instancia no creo que sea posible” como respuesta del candidato del FA a una pregunta sobre eventuales “expropiaciones al estilo chavista”, se convirtió, para esos faceboookistas en la prueba irrefutable de que Villalta quería copiar el modelo venezolano.  Por más que algunos quisimos hacer una discusión seria con estos facebookistas agobiados por el crecimiento del FA en las preferencias de los electores, no fue posible por su insistencia en reducir los argumentos a la repetición, al revés y al derecho, de la misma fórmula: Villalta = Expropiaciones/Expropiaciones = Chavismo/ Chavismo = Comunismo/ Comunismo = Villalta.
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Aquí no vale analizar la experiencia del “socialismo real” en toda su complejidad, incluyendo el autoritarismo stalinista que lo caracterizó, su descalabro a partir de 1989 y la recomposición de la izquierda a nivel internacional a partir de ese fracaso y de su propia auto-crítica.  No. En la noche del anticomunismo todas las izquierdas son pardas: el comunismo fue absolutamente malo y los autodenominados socialistas o gente de izquierda, no son más que comunistas, agazapados con el fin de tomar el poder y hacer de las suyas.
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Por más que se les dijo que el Programa del FA no incluía expropiaciones, siguieron dando como un hecho que las practicarían en su eventual y temido -por ellos-  gobierno.  De nada hubiera valido recordarles que aquí en nuestro país el principal “expropiador” fue nada más y nada menos que su querido don Pepe, que expropió a una compañía eléctrica extranjera y nacionalizó1 la banca.  Y eso nadie lo entendió como “comunismo” sino como parte de una política para impulsar el desarrollo nacional.
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De nada hubiera servido replicar a su reclamo porque el FA se proclamara heredero del Partido Comunista de Costa Rica. ¿De qué hubiera servido decirles  que no se referían a la herencia de los campos de concentración en Siberia, sino a la de una  práctica política que no puede catalogarse más que como honesta y clave de la identidad costarricense porque contribuyó a hacer posibles las principales reformas sociales de nuestro país (garantías sociales, Código de Trabajo, CCSS, etc.)?
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 De nada hubiera servido decirles que al igual que el comunismo, las democracias capitalistas han parido sus propias atrocidades.  Que la historia de la humanidad no se puede mirar en blanco y negro; ni siquiera la parte que le corresponde al “Este”.  Que recordaran, por ejemplo, que la Primera y la Segunda Guerras Mundiales (en las que murieron más de 60 millones de personas) fueron incubadas en las democracias europeas. 
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Que recordaran, por ejemplo,  las  atrocidades de la “mayor democracia del mundo” (la que se llama a sí misma “americana”): el genocidio de la mayoría de sus pueblos indígenas; la reedición del esclavismo sobre la que se basó su peculiar forma de impulsar el capitalismo; los campos de concentración para japoneses; la segregación racial; la multitud de golpes de estado, entre los que destacan los patrocinados contra Arbenz en Guatemala y contra Allende en Chile; el apoyo a las dictaduras de Latinoamérica (Batista en Cuba; las juntas militares de Argentina, Chile y Brasil) y, recientemente, las invasiones a Afganistán e Irak.
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¿De qué hubiera servido decirle a esos señores, que parecen llenos de miedo, pero  que en realidad no hacen más que recurrir al miedo como una forma de “convencer”, de que hubiera servido decirles que los cambios sociales requieren del consentimiento de las mayorías, que nadie está hablando de expropiaciones, “en primera instancia”, pero que en todo caso, es el pueblo el que debe decidir si se dan expropiaciones o no2?
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 No.  No hubiera servido de nada.  Porque esos señores que han re-editado el anti-comunismo al estilo del Movimiento de Costa Rica Libre, se nutren o aspiran a nutrirse, con los negocios de las “privatizaciones” (las expropiaciones de empresas y servicios estatales a favor de la empresa privada).  Porque esos señores viven de las asesorías estatales, del “estado paralelo” (las ONGs contratistas eternos del Estado), de las concesiones de obras y servicios públicos, del tráfico de influencias y de los sobornos de que está plagado el neoliberalismo, cuyo principal objetivo es expropiar al pueblo costarricense sus empresas e instituciones estatales, para entregarlas a unos pocos como negocio privado.
Heredia, 1 de diciembre del 2013.

(1)    “Nacionalizar”: así le llamaban en aquellos tiempos al acto patriótico de expropiar una empresa o un servicio para ponerlo al servicio de la mayoría de la población. Por cierto, las expropiaciones chavistas datan, si no me equivoco del primer gobierno de Chávez; luego, si ha sido elegido por una gran mayoría… ¿no será que el pueblo está conforme con esas expropiaciones?

(2)    “Recuperaciones” les llama algunos agentes de la izquierda a ese acto de devolver a manos del Estado empresas que fueron privatizadas a precios de quiebra. 

jueves, 7 de noviembre de 2013

En defensa del Concurso 
de Miss Universo
ó, los envidiosos siempre encontrarán peros a las cualidades ajenas

Franco Benavides

Estuvimos a punto.  Costa Rica tan omisa de éxitos en el plan internacional, logró colocar a nuestra representante femenina entre las diez mujeres más bellas del planeta Tierra.  Sin duda el turismo sexual, que aporta ya una cuota importante de divisas al país, se verá favorecido por ese resultado. 
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Aunque nuestra Mis no tiene un fenotipo que digamos muy común, la inmensa mayoría de las ticas se sintieron muy bien representadas y los hombres nos sentimos muy orgullosos de poder exhibir a un ejemplar tan fino en la más importante exposición ganadera del planeta. 
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Digan lo que digan los aguafiestas, todo país que se precie de civilizado y democrático, participa en esa exposición mundial.  Recuerden cómo la Rusia y China comunistas negaban esa libertad a sus mujeres.  Con la caída del Muro de Berlín el concurso de belleza realmente se universalizó.  Ahora no hay país del orbe que no envié a sus mejores ejemplares femeninos a concursar. Cierto que deben recurrir a cruces genéticos para ir acercándose poco a poco al ideal angloamericano-europeo de belleza. En ese sentido el ejemplo de Angola es notable:  esa Mis casi no parece una persona negra.
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Para burlarse de los concursos de belleza se citan algunas frases dichas por las misis como aquella de que “Confucio fue el que creó la confusión”. Pero para que no sigan con esa majadería, se debe aclarar de una vez por todas que el asunto de la inteligencia de las misis no está en cuestionamiento.  Se trata de un concurso de BELLEZA, no de inteligencia. De manera que ésta variable, la inteligencia, ni siquiera se toma en cuenta.  Otra cosa muy distinta sucede en los campeonatos de ajedrez; que yo sepa a Kasparov nadie lo puso a modelar en traje de baño como requisito para ser campeón.  Cada cosa en su lugar.
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¡La explotación del cuerpo femenino!; insistirán algunos y algunas.  ¿Y por qué no se quejan de la explotación de la inteligencia en los concursos de ajedrez?  La inteligencia como el cuerpo son regalos de la naturaleza.  Unas cultivan la inteligencia, otros la voz, otros el cuerpo.  ¡Que detrás de los concursos de belleza hay una gran maquinaria comercial!; ¿Y? ¿En la época del capitalismo, qué cosa no se convierte en mercancía?  ¿Por qué ha de ser peor el mercado de la belleza femenina que los otros mercados?     
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 El sueño de esas niñas concursantes es la mejor paga que puede tener cualquier trabajo.  Pero, si no alcanzan su sueño, ¿no disfrutaron de abundantes días de pasarelas, fiestas, comilonas, paseos y una constelación de los flashes de los mejores fotógrafos del mundo?  ¡Ya quisiera yo ser explotado de esa terrible manera!
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 Botellita de jerez… 
19 de setiembre del 2011.


martes, 5 de noviembre de 2013

UN INCIDENTE INVEROSÍMIL PERO CIERTO

Miércoles de Hiel
       Un incidente inverosímil pero cierto 
             ó de hasta dónde llegan los prejuicios  y la ignorancia

Franco Benavides

Este martes sucedió algo que no sé cómo calificar: ¿Ridículo? ¿Grotesco? ¿Tonto? ¿Arbitrario? No sé.  Mejor describo el hecho:
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Resulta que una compañera del Ministerio, como de costumbre, salió de “gira”.  De previo hizo los trámites para los viáticos, el transporte y las necesarias coordinaciones con las oficinas que iba a visitar.  El viaje era un tanto lejano, así que se puso ropa cómoda.  Un pantalón de mezclilla y una camiseta y, zas, se enrumbo sobre un flamante carro oficial hacia su deber.
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El trayecto de ida estuvo sin novedad.  No vale la pena ni contar lo que comieron de camino ella y el chofer que la acompañaba.  Ya se sabe:  ¡pinto con huevos y algo más!  La carretera se portó bien a pesar de los infaltables huecos, pero nada que no pudiera superar un carro de nuestra fabulosa flotilla.
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Lo “novedoso” estuvo al llegar.  Se presentó en una de las Oficinas a realizar los mismos trabajos que antes había realizado en otras.  Pero esta vez sus compañeros de trabajo la pararon en raya cuando quiso revisar el equipo.
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Ella no podía salir del asombro. Había viajado muchas horas y ahora no le permitían realizar su trabajo.  La razón afloró muy pronto: ella llevaba puesta una camiseta.  Pero, ¿cómo?  ¿Tan formales son en esta zona que no se puede trabajar en camiseta?  No, claro que no.  Los calores del lugar no están como para pedir corbata, ni camisa larga.  No, que va.  La camiseta es casi una norma.  Y, ¿entonces?
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¡Ah, es que la camiseta que llevaba puesta la compañera, no era cualquier camiseta!  ¡No señor!  Era una camiseta con el logotipo de la Afumitra.  De inmediato empezó “el estire, sin encoge”.  Vea que yo vengo a trabajar.  Que vengo en gira oficial, con chofer, carro, viáticos y todo.  Ustedes me conocen, soy funcionaria del Ministerio y este es mi carné (y enseñó su respectivo carné de identificación). Y del otro lado:  No señora.  Usted viene como Afumitra y no puede tocar el equipo.  El Sindicato no tiene derecho a manosear nuestras compús.  Y ella:  compañeros, yo no vengo como Afumitra…, soy funcionaria del Ministerio, vengo a revisar el equipo.  Y ellos:  Niet (como era del sindicato le hablaron en ruso).
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Y comenzaron las llamadas telefónicas de ambos lados.  Ella a su jefe adorado.  Ellos fueron instruidos por su jefe (¿adorado?) para impedir que la Afumitra abusara de su poder.  Este, el jefe, llamó a San José.  Yo, casualmente escuché las respuestas que recibía el jefe en el sentido de que “eso no tiene nada que ver”, “déjenla hacer su trabajo”.  No convencido, el jefe llamó al máximo órgano de control, la auditoría.  Allí, según le despotricó el jefe a la funcionaria deseosa de trabajar (la que vestía la temible prenda de la Afumitra), le dijeron que ninguna funcionaria podía presentarse identificada con una camiseta del Sindicato.  Asombrada como estaba, se asombró más.  Llamó a la Auditoría.  La opinión técnico-jurídico no fue tan contundente como la pintaba el jefe:  “Tápese el logo ese con un papelito para que no se vea y si puede vaya y se cambia esa camiseta” (¡Que qué!!!!!).
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Al final, le permitieron realizar su trabajo, aunque no sin verse mancillada porque en su linda camiseta “polo” llevaba estampada, con primoroso tejido, el logo de la Afumitra, el del sindicato más temible de todo el universo.   Algo así como Al-qaeda y sus secuaces terroristas. 
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La pregunta que nos hacemos es:  ¿Es prohibido presentarse a trabajar con una camiseta de la Afumitra?  ¿No sucede esto a menudo los viernes de moda?  ¿Puedo presentarme a trabajar con una camisa que tenga distintivos de, por ejemplo, el banco popular, de Pilsen, pero nunca de la Afumitra?  ¿No dice el reglamento que el funcionario está identificado cuando presenta su carné? O es que si viste camiseta de la Afumitra, se anula esa norma y prevalece el prejuicio de si vendrá en plan de espionaje sindical.
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 Moraleja:  Esto podría ser objeto de una denuncia por prácticas sindicales; ¡es tal el prejuicio y la ignorancia que mostraron algunos!  Pero la verdad…, es suficiente con que ustedes conozcan esta historia y sepan que aún dentro de nuestro Ministerio de Trabajo existen actitudes que deberían darle vergüenza a cualquiera que labore en una institución que está obligada a tener no solo tolerancia, sino empatía con esas organizaciones que se llaman sindicatos.

Heredia, 6 de noviembre del 2012.